viernes, 6 de enero de 2017

EL GENERAL AUGUSTO CESAR SANDINO

El general Sandino con su Estado Mayor


 Por: Francisco Berroa Ubiera
Historiador

El "General de hombres libres" Augusto Cesar Sandino, cuyo nombre era: Augusto Nicolás Calderón Sandino, nació en Niquinohomo, Nicaragua en 18 de mayo de 1895.  Hombre de origen muy humilde, hijo natural de la señora Margarita Calderón Ruízuna trabajadora recolectora de café, con el hacendado Don Gregorio Sandino López, quien lo reconocería como su hijo en 1905 y ese mismo año pasa a vivir a su lado dedicándose al estudio y los negocios realizados por su progenitor.
El mismo Sandino, en 1933, le confesó al poeta, escritor y periodista, Don José Román, autor del libro "Maldito País", lo siguiente:

"Abrí los ojos en la miseria y fui creciendo en la miseria, aun sin los menesteres más esenciales para un niño, y mientras mi madre cortaba café, yo quedaba abandonado.
Desde que pude andar lo hice bajo los cafetales, ayudando a mi madre a llenar la cesta para ganar unos centavos. Mal vestido y peor alimentado en aquellas frías cordilleras.
Así es como fui creciendo o quizá por eso es que no crecí.
Cuando no era el café, era el trigo, el maíz u otros cereales los que nos mandaban a recolectar, con sueldos tan mínimos y tareas tan rudas que la existencia nos era un dolor."

Nuestro héroe realizó desde muy joven distintos oficios y tareas laborales.  Se dedico a la minería y otras actividades laborales en Nicaragua; más tarde, vivió en La Ceiba de Honduras en donde trabajaba en el ingenio azucarero "Montecristo"; Luego trabaja para United Fruit Company residiendo en Puerto Barrios de Guatemala, y, establecido luego en el estado de Tamaulipas, México, trabaja para la empresa Huasteca Petroleum Company, aunque luego fue mecánico, comerciante y arrendatario de una estación gasolinera en Cerro Azul, donde reside entre 1923 a 1925.

Sale de México el 15 de mayo de 1925 vía Guatemala y El Salvador pisando tierra Nicaragüense el 1ro de junio de 1925.  Visita Niquinohomo su lar natal, y de ahí pasa al Departamento de Nueva Segovia para trabajar en la mina de San Albino en plena cordillera, en donde por su honestidad fue designado encargado de almacén.

Invadido su país por los Estados Unidos desde 1916 decide organizar un Ejercito Autonomista que se organiza como una fuerza guerrillera de liberación nacional y anti-imperialista.  Al principio contaba con apenas con dos docenas de hombres, pero muy pronto fue respaldado por su pueblo, y poco tiempo después de iniciada la guerra de guerrilla disponía en toda Nicaragua de unos 3,000 combatientes y de una enorme cantidad de colaboradores y simpatizantes.
General Sandino

Cuando muchos de los dirigentes rebeldes firman el pacto Stinson-Moncada o "Espino Negro", en 1927, Sandino decide decir no a la capitulación y dice en Gali el 12 de mayo de 1927: “Yo no estoy dispuesto a entregar mis armas en caso de que todos lo hagan. Yo me hare morir con los pocos que me acompañen, porque es preferible hacernos morir como rebeldes y no morir como esclavos".

Poco tiempo después, en julio de 1927 hace público esta declaración:

MANIFIESTO[1]
A los Nicaragüenses, a los Centroamericanos, a la Raza Indo hispana:
El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído.
Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera, la sangre india americana que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero.
El vínculo de nacionalidad me da derecho a sumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode.
Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo dirán los oligarcas o sean las ocas del cenagal.
No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conservadores de Nicaragua que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían encarnizadamente como si no fuéramos hijos de una misma nación.
Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad, pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo Marte de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y enemiga de nuestra raza e idioma.
¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro y sus secuaces que aún quieren tener derecho a gobernar esta desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del invasor.
¡No! ¡Mil veces no!
La revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más que nunca fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor y abnegación.
Si desgraciadamente Moncada el traidor faltó a sus deberes de militar y de patriota, no fue porque la mayoría de los Jefes que formábamos en la Legión del Ejército Liberal fuéramos analfabetas, y que pudiera, por ese motivo, imponernos como emperador su desenfrenada ambición. En las filas del liberalismo hay hombres conscientes que saben interpretar los deberes que impone el honor militar, así como el decoro nacional, supuesto que el Ejército es la base fundamental en que descansa la honra de la Patria, y por lo mismo no puede personalizar sus actos porque faltaría a sus deberes.
Yo juzgo a Moncada ante la Historia y ante la Patria como un desertor de nuestras filas, con el agravante de haberse pasado al enemigo
Nadie lo autorizo a que abandonara las filas de la revolución para que celebrar tratados secretos con el enemigo, mayormente con los invasores de mi Patria.  Su jerarquía le obligaba a morir como hombre antes que aceptar la humillación de su Patria, de su Partido y de sus correligionarios.
¡Crímenes imperdonables que reclama la vindicta!
Los pesimistas dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos.
Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco y al reto del invasor cobarde y de los traidores de mi Patria, contesto con mi grito de combate y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estrellar legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrán mordido el polvo de mis agrestes montañas.
No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos, que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho en la tierra a ser semidiós.
Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres, en lucha abierta, defendiendo el decoro nacional.
Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.
Yo quiero asegurar a los Gobiernos de Centro América, mayormente al de Honduras, que mi actitud no debe preocuparle, creyendo que porque tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud bélica para derrocarlo. No. No soy un mercenario sino un patriota que no permite un ultraje a nuestra soberanía.
Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper la ligadura con que nos ha atado el nefasto chamorrismo.
Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente n su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra divisa Rojo y Negro y no la violada por aventureros morfinómanos yankees traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.
El mundo sería un desequilibrado permitiendo que sólo los Estados Unidos de Norte América sean dueños de nuestro Canal, pues sería tanto como quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte, de quién tendría que ser tributario; los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer como dueños sin que justifiquen tal pretensión.
La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.
Pueblo hermano:
Al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa de la Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vengáis bien intencionados para defender el decoro nacional, pues tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos.
Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, C. A., Julio 1 de 1927.
Patria y Libertad
A. C. Sandino


El general José María Moncada con dos oficiales de US Marine Corps

Fue por esto que gracias a su lucha armada los nicaragüenses logran hacer una fuerte resistencia militar a la ocupación extranjera, lo cual dará lugar a la salida de las tropas invasoras en enero de 1933.

La última entrevista que diera el General Sandino fue el 3 de febrero de 1933 al periodista de LA PRENSA Adolfo Calero Orozco, en donde expresa lo siguiente:

Quiero la paz de Nicaragua y he venido a hacerla. Por años y años hicimos la viva del viva, mis compañeros de armas y yo, perseguidos por tierra y aire, calumniados a veces por nuestros mismos conciudadanos, cuya libertad buscábamos, pero llenos siempre de fe en el triunfo de la causa autonomista, que es la causa de la justicia. Idos los yanquis militares del territorio nacional, yo hubiera querido hacer la paz al día siguiente, pero la incomprensión, la desconfianza y el pesimismo se habían interpuesto”.

El mismo periodista que lo entrevista lo describe de esta forma:

“Estamos frente al hombre que por más de cinco años mantuvo, rifle al brazo, la rebelión autonomista más discutida en la historia e Hispano-América.  Sandino no corresponde al retrato que de él nos habíamos forjado.  Es un hombre de poco más de cinco pies de estatura y de unas ciento treinta y cinco libras de peso. Ojos pequeños, oscuros, de mirar vivo, tez blanca, un poco rojiza, el cutis maltratado y una fisonomía severa, aún cuando sonreía.”



Los generales Somoza García y Sandino o El Tiburón y la Sardina
Somoza dirigía la Guardia Nacional creada por EE.UU., y Sandino el Ejército Autonomista

El General de hombres libres, Augusto César Sandino, tras la firma de los acuerdos de paz, será traicionado, apresado y posteriormente ejecutado por órdenes del general Anastasio Somoza García en la capital nicaragüense, Managua, el 21 de febrero de 1934.



[1] Augusto C. Sandino. El Pensamiento Vivo. Tomo 1. Introducción, Selección y Notas de Sergio Ramírez. 2da. Ed. Editorial Nueva Nicaragua, 1984 Colaboración Especial del Instituto de Estudio del Sandinismo.

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