Por Francisco Berroa Ubiera
Escritor e historiador
General Horacio Vásquez |
Tras la muerte violenta
del general Heureaux que ya explicamos (Ver: LA VERDADERA HISTORIA DEL MAGNICIDIO DEL GENERAL ULISES HEUREAUX OCCURIDO
EN LA VILLA HEROICA DE MOCA EL 26 DE JULIO DE 1899, Y SUS CONSECUENCIAS,
publicado en este blog), llego el momento de las rebeliones contra los
remanentes de la dictadura descabezada. Estos
fueron los hechos suscitados:
LA
EXPEDICION DEL GENERAL ANDRES NAVARRO DE 1899
Mientras tanto, en el
vecino país, los partidarios de los generales Andrés Navarro, Pablo Reyes, José
Polo, Higinio Arvelo, y Leoncio Roca organizaron una expedición en la ciudad de
Cabo Haitiano en el mes de agosto de 1899,
iniciando una sangrienta lucha en toda la Línea Noroeste, desde el Cerro
de Juan Calvo, de Dajabón hasta Montecristi, quienes conmocionaron a las
autoridades gubernamentales en el zona del Cibao, y literalmente obligaron a
los generales Miguel Andrés Pichardo (a) Güelo, y al temido Pedro Pepín (a)
Perico a enfrentar a los expedicionarios que se impusieron muy pronto a los
valientes y experimentados generales Lilisistas a quienes lograron derrotar con
sus tropas en los combates librados en Juan Calvo.
El
nuevo presidente, el general Wenceslao Figuereo (a) Manolao, envió al Cibao al
general Teófilo Cordero Bidó para que estableciera negociaciones con los
gobernadores de la región norte con la finalidad de recabar su respaldo, pero
su gestión fue un tanto endeble y no pudo lograr su objetivo.
Luego
se inicia una rebelión en el nordeste, en San Francisco de Macoris. Esta fue la llamada:
LA REVOLUCION HORACISTA DE SAN FRANCISCO DE MACORIS DE 1899
En cuanto a los
victimarios de Lilís, se sabe que la persecución en su contra fue constante, y
en la ciudad de Moca el pequeño
núcleo de conspiradores y tiranicidas que no participó directamente en el
magnicidio fue perseguido por las tropas del general Pedro Pepín, el famoso
gobernador de Santiago, quien logró en una oportunidad sitiarlos contando con
una fuerza bruta de casi mil hombres, pero los jóvenes rebeldes lograron
escabullirse, y durante varios días los jóvenes rebeldes fueron tenazmente
perseguidos y se vieron en la necesidad de correr sin un plan de un lugar a
otro, sin disponer de comida, y casi siempre sin poder entregarse al sueño reparador.
Al no poder ser localizados por las autoridades sus propiedades fueron
atacadas, sus trabajadores ahorcados, sus reses fueron robadas y sus cosechas
fueron víctimas de la tea incendiaria.
Aquella persecución fue tan feroz que hasta los
individuos que eran sospechosos de haber estado en contacto con los rebeldes
fueron ejecutados por las tropas persecutoras, siendo algunos hasta
torturados. Se sabe de un peón de
Horacio Vásquez que fue capturado, amarrado por los brazos y suspendido de un
árbol por un día, y al no declarar nada fue ejecutado.
Fue
por ello que Horacio Vásquez y Ramón Cáceres, jóvenes rebeldes, buscaron
refugio entre sus parientes y amigos de apellidos Ureña y Ventura, en El Pozo
de San Francisco de Macorís, quienes posteriormente, contando con refuerzos
procedentes de las poblaciones de Moca y de Salcedo-reclutados por ellos mismos
el 16 de agosto- y encabezados por don Horacio Vásquez, con el respaldo de los
jóvenes francomacorisanos: Pelegrin Castillo, Manuel María Ventura, Samuel de
Moya y José Francisco Guzmán, asaltaron la fortaleza de Macorís, y desde esta
ciudad le declararon la guerra al gobierno, proclamando don Horacio Vásquez
–por medio de un telegrama enviado al gobierno en la capital- lo siguiente: “Acabamos de proclamar la revolución en San
Francisco de Macorís, y nos preparamos para atacarlos a Ustedes”.
El
ministro de Guerra y Marina del gobierno, el general Arístides A. Patiño,
recibió instrucciones del nuevo presidente, el general Wenceslao Figuereo para
enfrentar a los rebeldes, fue por ello que el Ministro del Cañón reunió sus
tropas, y viajó con ellas hasta Samaná, con el propósito de realizar un
sorpresivo ataque sobre los rebeldes, para ello trasladaría a sus soldados
usando el ferrocarril Samaná-Sánchez-Macorís-La Vega, sin embargo, el general
Patiño, decidió de manera repentina su retorno a Santo Domingo, conducta que se
explica posiblemente porque era cuñado de Ramón Cáceres e intimo amigo de
Horacio Vásquez, con los cuales se sentía un tanto identificado.
LA
REVOLUCION HORACISTA SE EXTIENDE POR TODO EL CIBAO
La inactividad de las
tropas gubernamentales le permitieron a las tropas rebeldes avanzar hasta La
Vega en donde el gobernador Zoilo García entrega la plaza sin oponer
resistencia, y a seguidas los revolucionarios, unos 1,500 hombres de tropa
marcharon sobre Salcedo y Moca, y luego sobre Santiago, donde las tropas del
gobierno no ofrecieron resistencia, quizá porque Perico Pepín estaba ausente, y
porque don Horacio Vásquez supo anticipar la toma de las poblaciones
periféricas a Santiago, principalmente los sitios llamados Pontezuela, ocupado
por Ramón Cáceres; Puñal -tomado por Norberto Tiburcio-, y El Bambú -asaltado
por el general Domingo Pichardo-, y fue por ello que antes de un ataque de los
insurrectos el general lilisista Eugenio Valerio entrega la plaza de Santiago a
las tropas sitiadoras, las cuales, pudieron tomar el control militar de la
ciudad después de algunas escaramuzas y abusando de los disparos al aire, por
los cual los generales Valerio, José de Jesús Álvarez, Sebastián A. Valverde y
Teófilo Cordero decidieron entregar la plaza al general Horacio Vásquez,
tamborileño de Santiago, y a sus improvisados generales: Ramón Cáceres, Domingo
Pichardo y Norberto Tiburcio.
EL
GOBIERNO PROVISIONAL DE FELIPE HORACIO VASQUEZ LAJARA
Al producirse la toma
de Santiago, dada la ausencia del general Pedro Pepín que luchaba contra los
expedicionarios que invadieron el país por el noroeste, nadie pensó que el
retornaría vivo a Santiago. A Perico
Pepín Sumner Welles lo describe así: “ el temible gobernador de la provincia, el general Pepín —un
negro analfabeto, feroz y cruel en todas sus empresas, cuyos servicios habían
sido de inestimable valor para Heureaux— estaba ausente, empeñado en reprimir
la revolución proclamada en Monte Cristi por el general Andrés Navarro”.[1]
El
29 de agosto de 1899 el valiente general Pedro Pepín llega a las cercanías de
Santiago siendo Horacio Vásquez enterado de su próxima presencia a la ciudad,
decidiendo el líder revolucionario establecer un arreglo con el general Pepín,
a pesar de la advertencia hecha por el ministro lilisista don Teófilo Cordero,
quien le dijo: “No hay en toda la
República un hombre más peligroso y traicionero que ese negro”, advertencia
que posiblemente buscaba incitar a Horacio Vásquez a un innecesario
enfrentamiento militar con el general Pepín, quien sólo estaba interesado en
darle una salida honorable a su crítica situación y a la de sus fieles soldados.
En
la reunión de Horacio Vásquez con Pepín éste le exigió a don Horacio dinero
para licenciar sus tropas, y le solicitó que le permitiera entrar con sus
hombres armados hasta la fortaleza en donde entregarían sus armas; Horacio
aceptó lo segundo, no así lo de liquidar a las tropas, lo cual no impidió el
arreglo pacífico, exceptuando que el general Pepín le dijo que los tres
ministros del gobierno de Lilís: Sebastián E. Valverde, José de Jesús Álvarez y
Teófilo Cordero habían sustraído de una caja fuerte que Heureaux tenía, al
momento de ser muerto, la cantidad de $150,000.00, versión a la cual Horacio no
le dio el debido crédito cuando Pedro Pepín alegaba que él podía recuperar esos
fondos para pagar a sus soldados.
Después
de una reunión de los revolucionarios realizada en la casa del Gobernador de
Santiago fue decidido proclamar a Horacio Vásquez Lajara como Presidente
Provisional la noche del 29 de de agosto de 1899, constituyendo un gobierno
integrado por los siguientes ministros: Ministro de Guerra el general Ramón
Cáceres; Ministro de de Interior y Policía don José Brache; Domingo Ferreras en
Relaciones Exteriores; Lic. José María Nouel en Justicia e Instrucción; Samuel
de Moya en Hacienda y Comercio; Arturo Zeno en Fomento y Obras Públicas, y José
Francisco Guzmán en Correos y Telégrafos.
Al
día siguiente, el 30 de agosto de 1899, Horacio Vásquez anunciaba:
“La ley
será mi espada y su triunfo la única recompensa a que aspiro, la única ambición
que me ha motivado a asumir la responsabilidad de encabezar un gobierno que en
sí mismo es anormal y que por su misma naturaleza hace más difícil mi tarea.
Mi primer
paso se encaminara a restablecer la paz y preparar las elecciones en las que
será elegido aquel que deberá relevarme de esta enorme carga y quien ha de
levantar con patriotismo y con honor el fardo financiero que nos aplasta.
Conciudadanos,
tened confianza en mí y en estos Jóvenes honorables y entusiastas patriotas que
comparten conmigo las labores y las responsabilidades De este Gobierno. Que
todos los que llevan en lo profundo los intereses de la patria se unan a las
filas de esta cruzada. No tenemos bandera particular, ni insignia política, no
nos volvemos hacia el pasado…
Lo que
buscamos es la regeneración de la
República, verla prospera, libre, e independiente, ocupando
entre las naciones civilizadas del mundo la posición que la valentía de sus
proezas y la capacidad de sus hijos le puedan conquistar.”[2]
Poco
tiempo después de instalado el gobierno de Santiago en la ciudad de Santo
Domingo el general Wenceslao Figuereo, nativo de San Juan de la Maguana, debió
enfrentar las continuas protestas de la juventud capitalina liderada en aquel
momento por Miguel Ángel Garrido, Félix Evaristo Mejía, Abraham Santamaría, y
José Dolores Alfonseca hijo. Cuando el
presidente percibió el sacudimiento que se produciría decidió dejar el poder en
manos de una Junta de Secretarios conformada por los ministros Pedro María
Mejía, Álvaro Logroño, Mariano Cestero y Arístides Patiño, quienes se
encargaron del poder ejecutivo por muy poco tiempo porque una vez que las
tropas cibaeñas ingresaron a la ciudad de Santo Domingo; el general Vásquez,
proclamado presidente en Santiago, siguió al frente del estado, pero por poco
tiempo, siendo sus medidas principales las siguientes:
·
Inicio la amortización de las papeletas de Lilís
destinando a estos fines un fondo de diez mil pesos mensuales, estableciendo
una tasa de cambio de cinco pesos (equivalente a un clavao) por un dólar de
oro.
·
Permitió la libre circulación de las monedas extranjeras,
entre ellas el dólar de plata mexicano, el peso mexicano, el dólar de los
Estados Unidos, etc.
·
Estableció la obligación de pagar los aranceles en
monedas metálicas de oro o de plata.
·
Dispuso que se permitiera el regreso de los exiliados
políticos, situación que aprovechan para volver del exterior Carlos Morales
Languasco, Eugenio Deschamps, Remigio Báez, Gerardo de Marchena y su hijo Pedro
E. de Marchena, Armando Lamarche, entre otros.
·
Procedió a la reorganización de las aduanas designando
nuevo personal encargado de las recaudaciones lo cual permitió un significativo
aumento en el cobro de los aranceles.
·
Por medio de un decreto de fecha 18 de septiembre de 1899
convoco elecciones generales que se harían por medio del sistema de voto
indirecto tal y como estaba establecido en la constitución desde 1896.
A pesar de la ausencia de Juan
Isidro Jimenes
en la conspiración que provocó la caída del gobierno de Wenceslao Figuereo, el
pueblo lo aclamó con el preferido para ocupar el solio presidencial, por ello,
cuando el general Horacio Vázquez entra a la ciudad de Santo Domingo, capital de
la República, el día 5 de septiembre de 1899, se convirtió en el jefe del
gobierno provisional, pero el pueblo, esperanzado en una mejoría de la terrible
situación económica del país, y dada la inminente llegada de Juan Isidro
Jiménez desde el exilio, el pueblo decía: “Jimenes Presidente”, y a su arribo
al país en todas partes fue recibido con alegría por sus partidarios, razón por
la cual hubo un arreglo entre Vásquez y Jimenes, los dos líderes principales
líderes del momento, por medio de este acuerdo Jiménez quedaría convertido en
presidente, Vásquez, el Presidente provisorio, ocuparía el cargo de
Vicepresidente de la nación.
Esta es la
cuestión que explica que desde la presidencia provisional el propio Horacio
Vásquez emitiera un decreto llamando a elecciones nacionales el 19 de
septiembre de 1899, y ese mismo día propusiera a Jimenes como candidato
presidencial por medio de una famosa proclama en la que anunciaba su
irrestricto apoyo a la candidatura de éste, de quien el pueblo decía: “Jimenes
viene con dinero”, aunque un anónimo popular afirmaba: “Jimenes
viene por dinero”.
La
proclama de Horacio Vásquez decía:
“Conciudadanos: puesto que dista mucho de mi propia
intención las de mis compañeros en este gobiernos beneficiarnos de la confianza
que el país ha depositado en nosotros en estos momentos de situación crítica,
creo llegada la hora de hacer la siguiente declaración:
“1.- Puesto que como simples ciudadanos tengo el
derecho de declarar mi apoyo a cualquier candidato a la presidencia, y estando
convencido de que el pueblo encuentra en Don Juan Isidro Jiménez meritos
especiales y cualidades particulares, el es el hombre al que yo deseo ver
elegido en la primera magistratura de la República; y si por medio de mi
influencia personal puedo ayudar a obtener ese resultado, con toda certeza hare
uso de ella a favor de ese Ciudadano.”
“2. Ya
que la revolución del 26 de Julio fue iniciada con el firme propósito de poner
fin al desastroso dominio impuesto por el hombre que había sometido todas las
cosas del país a sus propias ambiciones, no es mi intención realizar esta
aspiración mí creando condiciones que harían aun más poderoso el dominio del
despotismo: por el contrario, espero ver realizados mis deseos por medio de la
practica fiel de aquellos métodos y honrados que han sido el ideal de toda mi
vida. Por tanto el gobierno que presidio garantizara la libertad más absoluta y
la honradez más estrictas en las elecciones venideras.” [3]
Juan
Isidro Jimenes aceptó la nominación a la presidencia, y propuso a Horacio
Vásquez como candidato vicepresidencial, de tal manera que las elecciones se produjeron
en un ambiente de relativa paz y sin mayores problemas el 20 de octubre, el 7
de noviembre el congreso proclama a los candidatos triunfadores, y el 15 de
noviembre de 1899 ambos fueron juramentados como los nuevos gobernantes: el
rico comerciante, general don Juan Isidro Jimenes Pereyra, Presidente
Constitucional, y el general Horacio Vásquez Lajara, Vicepresidente.
[1] Benjamín Sumner-Welles.
La Viña de Naboth. La República Dominicana, 1844.1924, Sociedad
Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 2006. Tomo II, P. 51.
[2] Benjamín Sumner-Welles.
La Viña de Naboth. La Republica Dominicana, 1844.1924, Sociedad
Dominicana de Bibliofilos, Santo Domingo, 2006. Tomo II, P. 57.
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