Los Marines en Santo Domingo |
Desembarco de marines en Santo Domingo |
“La revolución, automáticamente, llama con instancia a la
intervención cada vez que se alza en armas”.
López, José
Ramón. La genealogía de la
ocupación. Escritos dispersos (Tomo II:
1909-1916), AGN, Santo Domingo, 2005, P. 356.
Al producirse la declaración de renuncia del presidente
Juan Isidro Jimenes el 7 de mayo de 1916 hubo de engendrarse en el país un
verdadero vacío de poder. A partir de
ese momento era necesario realizar la selección de un nuevo presidente
provisional para cuya escogencia los Estados Unidos tendrían la última palabra.
El candidato a ocupar la presidencia
provisional debía aceptar todos los requisitos que los norteamericanos exigían
a un gobernante provisional de un país con sus aduanas intervenidas y con
embajadores angloamericanos acostumbrados a dictar órdenes a los presidentes de
turno. Un Consejo de Secretarios de
Estado fue encargado del Poder Ejecutivo interinamente, hasta que se produjera
la selección del nuevo incumbente del gobierno nacional.
El Consejo de secretarios de Estado -dirigido por
Federico Velásquez y asesorado por el Ministro angloamericano- ordenó, la noche
del 4 de junio de 1916, la prisión de siete senadores y de un diputado so
pretexto de que habían hecho oposición abierta al Gobierno legítimo de la
República. Esta arriesgada jugada
política solamente buscaba impedir el nombramiento de don Federico Henríquez y
Carvajal como presidente provisional, y la detención de los senadores fue
enfrentada con enconadas protestas populares que dieron lugar a la liberación
de los legisladores de parte del Consejo de ministros que dirigidos por
Federico Velázquez actuaban como la vanguardia política del ministro
Russell. Se considera que la acción
emprendida por el Consejo de Estado llevó al doctor Federico Henríquez y
Carvajal a retirar su candidatura. Este
retiro lo hizo en una declaración pública en la que protestó enérgicamente
contra la intromisión de los representantes de los Estados Unidos en los
asuntos de política interior de la República.
A esta situación se suma el hecho que desde
el día 5 de junio el ministro William W. Russel había anunciado al Consejo de
ministros la decisión de los Estados Unidos para hacer valer la interpretación
del Articulo III de la Convención Dominico-Americana de 1907 para asumir el
control de las finanzas gubernamentales, y, en consecuencia, informaba a los
ministros que él había dado las instrucciones al Receptor general de Aduanas
para el desempeño temporal de las funciones de contraloría.
Se sabe que en medio de la crisis determinada por la
invasión militar de tropas extranjeras los grupos nacionalistas trataron de
tomar el control de la situación, inclusive, el senado de La República aprobó
en tercera lectura la elección de don Jacinto de Castro, el más prominente de
los partidarios del general Horacio Vásquez, para la Presidencia Provisional,
pero esta decisión no fue refrendada en la Cámara de Diputados, la cual no
confirmaría la elección de ningún miembro del partido horacista.
LA INVASION Y EL INICIO DE LA RESISTENCIA
Por
ordenes Mister Woodrow Wilson[1],
presidente de los Estados Unidos se produce la ocupación de los United States Marine Corps (USMC). Las causas de dicha ocupación han sido
resumidas por el profesor de historia dominicana de la UASD licenciado Alejandro
Paulino Ramos (2010) quien sostiene que:
“Los conflictos económicos y
políticos desencadenados por los líderes caudillistas (1900-1916), la presión y
el interés de los capitalistas norteamericanos para que estos terminaran y se
les permitiera desarrollar sus industrias y comercios en un ambiente de paz y
estabilidad que garantizara la reproducción de sus inversiones, y los intereses
geopolíticos de los Estados Unidos, en el marco de la gran guerra mundial,
llevaron a esta potencia a la ocupación militar del territorio dominicano.”[2]
Es
necesario recordar que los Estados Unidos se habían interesado en el país desde
su misma fundación en 1844, aunque los primeros agentes comerciales, luego
denominados cónsules, arribaron al país en 1847, sin embargo, fue durante los
años posteriores a 1865 cuando más se destacó dicho interés, especialmente por
medio de la presencia de agentes consulares y comerciales quienes mantuvieron
una constante vigilancia sobre todos los aspectos de la vida del país.
Según
el historiógrafo José Lee Borges:
“Durante
el mandato del general Cabral la presencia estadounidense se hizo sentir al
igual que con todos los presidentes anteriores. El 5 de noviembre de 1866, el
agente comercial Smith notificó al secretario de Estado: “Este gobierno está extremadamente deseoso de tener un tratado de
amistad y comercio con los Estados Unidos...” En respuesta fue facultado
por su gobierno para la realización de este tratado.
Cabral
negoció en 1866 el arrendamiento de la bahía de Samaná a los Estados Unidos a
cambio de ayuda militar y financiera para mantenerse en el poder, pero a
principios de 1867 el ministro de Finanzas Pablo Domingo Pujol comenzó a
negociar con Smith la adquisición de Samaná por los EE.UU. Pujol le confesó en
una entrevista: “…este gobierno no puede
sostenerse por sí mismo sin ayuda, y él [Pujol] instó al gabinete del
presidente Cabral a no perder la oportunidad y negociar algún arrendamiento con
los Estados Unidos y todo lo que se pudiera.”
“La persona que promovió con mayor
ahínco la operación en favor de los Estados Unidos fue el agente comercial
Sommers Smith. En noviembre de 1866, le escribió al secretario de Estado Seward
diciéndole que el gobierno dominicano estaba interesado en solicitar un
préstamo de uno o dos millones de dólares. A cambio ofrecía el uso de la bahía
de Samaná para establecer una base naval y las facilidades de minas y cayos de
Levantados y Careneros. Las palabras de Smith expresan la visión geopolítica de
la hegemonía comercial: “La posesión de
Levantados y lugares cercanos como Careneros, en el norte de la bahía de
Samaná, sería de gran valor y ventaja como estación naval para dirigir y
controlar el tráfico comercial desde Europa al Golfo de México, y por el Pasaje
de Mona.”
“Interesante resulta el elemento
social que utiliza Sommers Smith para incrementar el interés en la bahía de
Samaná. La presencia de un grupo de negros estadounidenses en las cercanías de
la bahía era un punto de apoyo para que los estadounidenses invirtieran en
ella.18 La solidez de esta colonia estadounidense, que
llegó a la isla en 1824 y que supo establecerse y preservar muchos elementos de
su cultura, era muestra de las facilidades y oportunidades que ofrecía la isla.
La proximidad de estos estadounidenses negros facilitaría el acoplamiento de
nuevos grupos de norteamericanos.
La
presidencia de Cabral y los argumentos de dependencia que planteaba Pujol (el
ministro de Finanzas) eran síntomas de que los planes se estaban realizando.
Según Pujol, se podía ofrecer lo mismo que Smith ya le había dicho a Seward,
pero la única condición era que no izaría la bandera de los Estados Unidos a
fin de no causar conflictos internos en el país, principalmente por Báez, que
ante la noticia podía intentar un golpe de Estado y arruinar los planes. Para
el agente Smith todo era cuestión de tiempo, así le escribió al secretario de
Estado, William Seward, quien aguardaba por un pronto acuerdo:
“Me
siento confiado que la necesidad de fondos para continuar el gobierno obligará
al presidente Cabral y sus ministros a aceptar la oferta de los Estados Unidos
para un arrendamiento de la bahía de “Samaná”, es sólo cuestión de tiempo; ésta
también es la opinión de algunos de los principales comerciantes de esta ciudad
que han ayudado liberalmente al gobierno.”[3]
Posteriormente, como
se sabe:
“El
20 de noviembre de 1867, Smith logra un acuerdo extraoficial sobre el
arrendamiento de la bahía de Samaná, efectuado con Juan Ramón Fiallo, ministro
de Finanzas, y Felix Delmonte. El convenio establecía el arrendamiento por 25
años de la bahía, con control y jurisdicción de toda la península, incluyendo
el agua, propiedad pública y minas; o sea, con todo lo contenido en las
tierras.
La
negociación se estipulaba por la cantidad de 2 100 000 dólares, de los cuales
sólo dos millones aparecerían en el contrato. Los 100 000 dólares serían
utilizados para un propósito especial no especificado. Se darían 500 000 una
vez que se firmara el contrato y otros 500 000 luego de un año.
Otros tres
pagos de 300 000 anuales y un último pago de 100 000 en un periodo de cinco
años. Fiallo le comentó a Smith que se podría considerar el arrendamiento con
opción a compra, eso impulsó a Smith a pensar que una vez que Estados Unidos
ocupara la bahía, podrían establecer sus propios términos para adquirirla,
“...una vez Estados Unidos tenga posesión de la Península, en poco tiempo será
capaz de comprarla, bajo sus propios términos”.
Para Smith, la posesión de la bahía de Samaná y la compra de las Islas
Vírgenes (especialmente St. Thomas) acrecentaría el poderío de los Estados
Unidos en el Caribe y aumentaría el valor de ambas islas caribeñas.
Tenemos que
mencionar la importancia de Juan Ramón Fiallo
y Félix Delmonte en estas negociaciones y su interés en arrendar la
bahía de Samaná a los Estados Unidos. Según Smith, ambos eran figuras muy prominentes
en el país y formaban parte del grupo que simpatizaba con el gobierno
estadounidense.”[4]
Las negociaciones por
el arrendamiento de la península y bahía de Samaná fueron retomadas por el
presidente Buenaventura Báez a partir de 1868, quien además hizo arreglos con
los Estados Unidos para la anexión de todo nuestro territorio, concertando a
inicios de 1870 un tratado de unión, el cual fracasa por la fuerte oposición
armada de los sectores nacionalistas encabezados por Gregorio Luperón y otros
patriotas, y por la oposición del senador Charles Sumner, presidente del senado
de aquel país, bajo los alegatos de que nuestra República estaba formada
principalmente por gente de color –negros y mulatos-, que estaba envuelta en
una guerra civil, y que tenía una gran deuda externa como resultado del
préstamo Hartmont de fecha 1ro de mayo de 1869 por la suma de £420,000.00
libras esterlinas, moneda inglesa.
Luego, desde 1893 la
compañía The San Domingo Improvement Co., toma el control de las aduanas y por
lo tanto el país vio afectada su soberanía económica y política.
De acuerdo con el
periodista José Ramón López la “Genealogía
de la Ocupación” de 1916 a 1924estuvo determinada por los controles
impuestos al país por los Estados Unidos por medio del Protocolo de 1903, el
“arbitrario” Laudo Arbitral de 1904, el Modus Vivendi de 1905, y la Convención
Dominico-Americana de 1907, siendo por ello que en 1904 se produjo:
“PRIMERO.- Desembarco de tropas
americanas en Puerto Plata, en cuyas afueras colocaron una valla de cuerdas,
con banderitas (siendo gobernador don Eugenio Deschamps) para que el grupo
beligerante que la alcanzara primero, peleando, fuese considerado vencedor, lo
que dio por resultado que los defensores del gobierno de la Capital lograran el
triunfo.”
“SEGUNDO.- En la misma ciudad de
Santo Domingo de Guzmán, fondeado en el puerto (aguas jurisdiccionales) el
crucero americano Newark, bombardeó a los revolucionarios de Villa Duarte, sin
que el acto provocara más protesta que la de cuatro individuos que después
solicitaron, o aceptaron voluntariamente, la injerencia americana.”
Según López otras
intervenciones se producen posteriormente:
“En 1912 volvió a producirse la
intervención militar americana. Vinieron comisionados el general Mc Intyre y el
señor Doyle, respaldados por mil soldados de infantería de marina, acuartelados
a bordo del transporte Prairie, fondeado en el puerto (aguas jurisdiccionales),
de Santo Domingo. Los comisionados, así respaldados, obtuvieron la renuncia del
presidente Victoria, la elección de Monseñor Nouel, y la disolución de las
huestes y de las aspiraciones porque el objeto de la intervención, como el de
la ocupación temporal ahora, era desalentar las revoluciones que dan un
espectáculo de escándalo, peligroso para los destinos panamericanos, y· que
merma la garantía hipotecada al pago del empréstito de $20,000,000 que salvó a
la República del posible peligro europeo.”
“En 1913, cuando la revolución
llamada "del Ferrocarril', el ministro americano Sullivan asumió en Puerto
Plata una actitud conminadora, antes de recibir su exequátur, y, por obra de
sus amenazas, que no eran ni podían ser personales, logró que la revolución
quedara debelada.”
“Estaba el señor Sullivan dentro
de las terminantes instrucciones que reciben todos los ministros americanos
acreditados en Santo Domingo. Tienen el encargo de desalentar, a todo trance,
los procedimientos revolucionarios.”
“En 1914 volvió a resurgir la
intervención armada americana. En aguas jurisdiccionales (Puerto Plata y Santo
Domingo) estaban fondeados cruceros y acorazados americanos con gente de
desembarco. Como el presidente Bordas insistiera en cañonear a Puerto Plata
situada, el buque de guerra americano Machias bombardeó el campamento del
presidente, en Los Mameyes. Ello no fue óbice para que el presidente, que
acababa de celebrar un convenio preliminar de paz con don Horacio, se
entendiera con los americanos sobre la base del Plan Wilson, y viniera a esta
Capital, con don Horacio, a ratificar ese Plan ya presentar su renuncia al
pueblo, porque la mayoría de las Cámaras era revolucionaria.”
“A la llegada aquí del acorazado
Washington, donde venía don Horacio con los comisionados americanos Fort y
Smith se adhirieron al Plan Wilson los demás jefes de partidos políticos,
dándole carácter, si no de legalidad, de aceptación por el pueblo dominicano a
ese Plan, en el cual se acuerda que los Estados Unidos apoyarán al gobierno
constitucional contra las revoluciones. ¿Con qué -pregunto-se apoya a un
gobierno contra agresores armados? La circular de Johnson a los jefes de
partidos de oposición, cuando el alzamiento de Macorís y de Puerto Plata, lo
dice claramente: "con la fuerza, si fuese necesario", porque el
derecho conlleva los medios eficaces' para hacerlo efectivo.”
“Esa circular del Mr. Johnson
debió desvanecer toda oscuridad en el ánimo de los revolucionarios, de aquellos
que, invocando derechos a empleos públicos, a posiciones violentamente
adquiridas, a aspiraciones insanas de engrandecimientos y autocracias,
sacrifican el porvenir del país y el presente de los individuos y de las
familias. Yo no necesito, para impresionar a este respecto, hacer el recuento
del Debe y del Haber de cada revolución dominicana: todo el mundo sabe esto:
Debe: 2,000 muertos, 2,000 lisiados, 2,000 viudas, 10,000 huérfanos, $2,000,000
malbaratados, y recrudescencia de la intervención americana para combatir ¡qué
vergüenza! El desorden dominicano. Haber.
cero.”[5]
Al
producirse la ocupación de mayo de 1916, las tropas de los Marines desembarcaron
primero por Puerto Plata en 15 de mayo de 1916, y por Montecristi, luego, por
lo cual el poeta patriota don Fabio Federico Fiallo Cabral diría que la
ocupación nos llegó "por la puerta
del patio", dado el hecho de
que los primeros desembarcos de marines se produjeron por la costa Norte,
cuando la capital se halla en el sur. Tan pronto como se produce la
ocupación comienza a manifestarse la resistencia sistemática de los
dominicanos. Desde el mes de mayo de
1916 comenzaron a manifestar las protestas armadas aisladas.
Primero los marines fueron enfrentados por el
viejo caudillo general Desiderio Arias, un verdadero rebelde por naturaleza,
quien al verse en desventaja en la ciudad de Santo Domingo, marchó en retirada
hacía Santiago con sus escasas tropas.
Otro importante enfrentamiento con los
norteamericanos se produjo cuando estos se dirigían hacia Santiago desde la
costa Norte, verificándose un fuerte enfrentamiento en La Barranquita, cerca de
Mao, en donde los caudillos linieros general Carlos Daniel y capitán Máximo
Cabral dirigieron un nutrido grupo -casi un centenar- de patriotas que atacaron
la vanguardia de los U.S. Marine Corps en 3 de julio de 1916, como detallaremos
más adelante.
Infantes de marina marchan de Monte Cristi a Santiago |
Actos de singular heroísmo se
manifestaron en distintos puntos del
país:
-En San Pedro de Macorís, el joven Gregorio
Urbano Gilbert con apenas 16 años había anunciado a sus amigos que tan pronto
los norteamericanos arribaran a los muelles de la Sultana del este él se
encargaría de ejecutar a su jefe. Su promesa
no quedó en el aire. El día del desembarco pidió un revolver prestado y fue al
muelle en donde disparó sobre varios oficiales matando a uno e hiriendo a
otros, y bajo una lluvia de balas se lanzó al rio Higuamo y pudo nadar hasta el
extremo occidental denominado Punta de Garza desde donde pudo irse a Monte
Cristi donde fue empleado de una imprenta hasta ser identificado y capturado,
siendo judicialmente procesado y condenado a muerte, luego su sentencia fue
conmutada, y en 1924 fue favorecido por un indulto yéndose a radicar Nicaragua
en donde formó parte del estado mayor de la guerrilla del general Cesar A.
Sandino.
En la ciudad de Puerto Plata el gobernador
Apolinar Rey no se rindió ante la imponente presencia del destructor Sacramento
y sus marines, motivo por el cual la ciudad fue bombardeada por los
norteamericanos. Cuando los marines
desembarcaron el valiente Luis Ginebra y un grupo de amigos los enfrentaron
inútilmente; Asimismo, en Altamira de Puerto Plata las fuerzas norteamericanas
fueron enfrentadas por Laito Báez. José
Estrella, convertido luego en sicario y esbirro de Trujillo, fue un colaborador
de los ocupantes sirviéndoles de práctico en sus incursiones de la costa al
interior de la isla.
Otros dominicanos enfrentaron a los invasores con las
armas, tal el caso del Comandante de armas de la ciudad de San Francisco de
Macorís, provincia Pacificador (ahora Duarte) don Manuel de Jesús Pérez Sosa, quien el 29 de noviembre de 1916 enfrentó al comandante
Williams y a sus tropas cuando este intento tomar por asalto la
cárcel-fortaleza de aquella ciudad en horas de la noche, pero el pelotón de
soldados dominicanos defendió con heroísmo su fortaleza, aunque después que se
produjeron bajas mutuas los soldados entregaron el recinto a los marines, fueron
desarmados, y se les dejo en libertad.
Se sabe además que:
“Hubo algunas bajas de ambas partes. El gobernador, ignorando la proclama, reunió
algunos hombres y después de cambiar tiros con los americanos se retiro a los
montes. Se declaro forajido y fuera de
ley por la Orden Ejecutiva No. 3 del Gobierno Militar. Hizo su presentación y juzgado por una corte
marcial se le condenó a diez años de trabajos forzados. Más tarde se le indultó.”(Mejía, P. 142)
Otro ejemplo de singular patriotismo y valentía lo dio
don Nicomedes Paredes Ventura (a) Nico, caído en defensa de las calles de su
pueblo a ser pisoteadas por las botas extranjeras. Según un testimonio de primera mano:
“…
al otro día de la proclama [30 de
noviembre de 1916] de Knapp y la toma de la fortaleza de aquella ciudad;
presente en el bufete del Autor de esta obra, su abogado en un asunto judicial,
para dejarle instrucciones, pues se iba para el monte, le dijo, a combatir a
los americanos. Dos días después andaba
en la noche, por un camino, en compañía de un amigo y excitados ambos por
algunas copas lanzaban vivas a la patria y a la libertad y mueras al
invasor. Le escucharon las fuerzas
destacadas en la persecución y fueron sorpresivamente rodeados y
detenidos. Pidió Nico hablar con el
jefe y al presentarse este lanzó un viva a la República y le disparó,
rompiéndole una pierna. Los soldados del
militar herido dieron muerte a ambos jinetes.”(Luis F. Mejía, P. 130)
En La Vega hubo un plan para enfrentar a los invasores
ideado por el general Telo Patiño con el apoyo de unos 500 hombres, quienes
fueron disuadidos de entrar en acción por los comerciantes y por los burgueses
veganos.
En Santo Domingo, específicamente en Villa Duarte, en la
rivera oriental del Ozama, ocurrió el 24 de octubre de 1916 que un pelotón de
marines norteamericanos fueron a desarmar al general Ramón Batista, famoso
guerrillero coludo, quien al enterarse de que sería hecho preso y desarmado
intento escapar y fue tiroteado por los marines cayendo acribillado, lo cual
motivó que sus hijos y parientes, enfurecidos por el hecho de sangre, lucharan
contra los marines dando muerte a un capitán y a un sargento de la infantería
de marina, huyendo los demás marines lanzándose al rio Ozama; luego, regresaron
con refuerzos y obligaron a los Batista a buscar refugio en los montes
cercanos, pero los marines, en represalia vengativa incendiaron tres de sus
casas.
LA BATALLA DE LA BARRANQUITA
Después de la ocupación militar de los marines de las
ciudades de Monte Cristi y de Puerto Plata, con cierta resistencia, el Congreso
continuaba indeciso. Por órdenes del
almirante William Caperton salieron de Monte Cristi el 25 de junio de 1916, con
destino al interior del país, los integrantes del 4to. Regimiento de los
Marines, dirigidos por el coronel Joseph H. Pendleton, 24 oficiales y 837
hombres de tropa, divididos caballería montada, infantería, artillería,
personal médico, un hospital de campaña, y las correspondientes municiones y
provisiones de alimentos, siendo su objetivo la ocupación de la ciudad Santiago
de los 30 Caballeros, la segunda ciudad en importancia ubicada casi en el
centro del país. Los norteamericanos disponían para trasladarse a una distancia
de 75 kilómetros –que separan Monte Cristi de Santiago- de 24 carretas haladas
por fuertes mulas, siete camiones, dos carretas y un vagón con agua, así como
un tractor arrastrando cuatro casas remolques y 11 automóviles marca Ford,
según el parte de la época.
Entre sus armas había cañones de artillería, rifles,
ametralladoras y pistolas. Todo un moderno arsenal y tropas bien entrenadas,
algunos de ellos con experiencia de combate en las guerras en las cuales los
Estados Unidos se habían involucrado.
Estas fuerzas contaban con la colaboración de dos guías o prácticos
dominicanos: Joaquín Llenas y Tavito Minaya.
Cuando los marines avanzaron hacia Santiago hallaron
algunos bolsones de resistencia patriótica que eran verdaderas manifestaciones
de espontaneidad nacionalista, tal y como aconteció en el sitio denominado Doña
Antonia. También, en Guayacanes –pocos
kilómetros antes de la Barranquita- el patriota Melton Sánchez acompañado de
unos diez hombres hicieron disparos a los norteamericanos pero luego se
escondieron en los cerros próximos.
Luego, en un lugar próximo a Mao denominado La Barranquita se verificó
un sangriento enfrentamiento de Marines con patriotas dominicanos que trataron
de impedirles su penetración hacia el centro del país. Cerca de 80 valientes dominicanos dirigidos
por el comandante del puesto militar de Mao, el general Carlos Daniel Grullón,
el cura Eliseo Echavarría, el síndico Rafael Madera (a) Fefo, y el presidente
del Ayuntamiento don Efraín Reyes, decidieron asumir la defensa de la nación y
enfrentaron al 4to Regimiento de los U. S. Marine Corps, integrado por unos 850
soldados a principios de julio de 1916.
Los nacionalistas marcharon desde Santa Cruz de Mao hasta
un determinado punto del Camino Real Monte Cristi-Santiago, en donde se
parapetaron en improvisando trincheras para emboscar a los marines. El sitio escogido fue el cerro de la Barranquita
ubicado entre los parajes de Guayacanes y Maizal, a unos 6 kilómetros de la
ciudad de Mao. A los patriotas se les
sumó el capitán Máximo Cabral vistiendo su traje de gala militar después de
este separarse del general Desiderio Arias quien había preferido capitular con
los invasores. Los patriotas dominicanos estaban armados de 50 rifles de chispa
de pedernal con capacidad para hacer un solo disparo hasta ser recargado, seis
fusiles Máuser de seis tiros y de 2,000 municiones.
Se sabe que el general Carlitos Daniel utilizó un gran
tronco para obstaculizar el camino real, y cerca de 20 barriles de abejas para
colocarlos a ambas márgenes de la vía a una distancia de 50 pies cada enjambre
de abejas, 10 de cada lado, para provocar picaduras y confusión entre los
invasores dada su superioridad numérica.
El enfrentamiento se extendió por unas cuatro horas.
Los cronistas de guerra de los Estados Unidos, el capitán
Sthephen M. Fuller y Graham A. Cosme, reconocen que los patriotas hicieron
retroceder en un primer momento a los soldados angloamericanos.
Sthephen M. Fuller y Graham A. Cosme, autores del libro:
“Los Marines en la República Dominicana 1916- 1924”, sostienen que:
“El 3 de Julio, en Guayacanes, los insurgentes hicieron
su segunda resistencia importante contra las fuerzas del Coronel
Pendentlon. En éste, el combate decisivo
del avance hacia Santiago, los americanos enfrentaron a un enemigo
atrincherado, y camuflados detrás de una espesa vegetación de arbustos que
impedía la penetración de las tropas de la infantería de marina.”
“Esta vez la artillería de los marines no fue capaz de
encontrar la posición adecuada desde la
cual pudiese observar y disparar al enemigo, no pudiendo soportar el ataque
sorpresivo, por eso los soldados de infantería de marina y los que operaban las
ametralladoras tuvieron que llevar la carga principal del combate.”
“Los ametralladores desplegaron una actividad en que se
lucieron en una forma muy particular. Arrastraron sus armas marca Colt y
Benet-Merciersal a través de las malezas unas 200 yardas en línea opuesta a las
las trincheras enemigas y les dispararon con un fuego concentrado permanente en
un esfuerzo por silenciar los rifles de los enemigos.”
“El cabo Joseph Glowin arregló y se colocó con su fusil detrás de un tronco que estaba en el
suelo, y empezó a disparar hasta que fue herido dos veces, cuando otros
infantes de marina, con mucho esfuerzo le arrastraron hasta la retaguardia para
curar sus heridas, y otro infante de marina cuya escopeta se había atascado, le
sustituyó.”
“El primer Sargento Roswell Williams, luchando con una
pistola Colt que tenia tendencia a atascarse, desde una posición en la que
estaba expuesto al peligro, se levantó bajo el fuego, para tratar de quitar el
obstáculo de la pistola atascada y mantuvo su arma en acción. Por esta hazaña
llegó a ser el primer hombre en el Cuarto Regimiento en obtener la medalla de
honor”.
Los marines combatiendo en La Barranquita |
Continúa diciendo el capitán invasor que:
“…
mientras la infantería de la marina y las
ametralladoras presionaban el ataque en el frente de la Sexta Compañía, bajo el
mando del Capitán Julián Smith, un futuro Teniente General, atacó y disparó a
las fuerzas rebeldes que se habían deslizado por el flanco de la columna para
atacar el sector de las provisiones.”
“Finalmente, el enemigo se dispersó y escapó dejando a
los infantes de marina que ya habían tenido un muerto y 10 heridos, en posesión
de las trincheras, probándose así la superioridad de la puntería de los fusiles
de los infantes de Marina y del tiroteo de las ametralladoras.”
“Los rebeldes perdieron por lo menos 27hombres que fueron
muertos por nuestras tropas y dejaron unos
cinco hombres heridos los cuales se convirtieron de inmediato en prisioneros en
las manos de Infantería de la Marina”.
Así terminan su información Stephen M. Fuller y Graham A.
Cosme.[6]
Entre los héroes dominicanos que se destacaron se
hallaban don Francisco Peña (a) Pancho, con 80 años de edad; Demetrio Frías,
síndico de Mao, quien después de salir ileso y libre del combate, retorno al
campo de batalla para recuperar la bandera nacional que había perdido
involuntariamente; Belarminio Rodríguez, quien era un joven de apenas 17 años;
Se sabe que la familia Gutiérrez aportó cinco mártires, y que el cura Eliseo
Echavarría, sobreviviente, desde el pulpito promovió el patriotismo y la
defensa de la patria. Un galeno
santiaguero, el doctor Ellis Cambiaso, durante varios días se dedicó a curar y
cuidar de los heridos.
Cuenta la historia oral que cuando don Francisco
(Pancho) Peña marchaba con los demás voluntarios hacia el sitio escogido para
enfrentar a los marines y un amigo de éste, un tal Pedro Sánchez le gritó:
-"Oye,
Pancho, ¿dónde crees que vas?"
Y don Pancho Peña le respondió:
-"Voy a
la Quebrada porque los yanquis están llegando."
Pedro le dijo:
-"Pero
usted es demasiado viejo para pelear y va pa’que lo maten."
Pancho respondió:
- "Sí,
lo sé, pero, quiero dar a los jóvenes un ejemplo y con mi sangre voy a
contribuir a la independencia de mi país."
Sobrevivientes de la Barranquita portando la bandera que defendieron |
LA
OCUPACION DE SANTIAGO
Finalmente la ciudad de Santiago fue ocupada en 6 de
julio de 1916 después de enfrentar bolsones de resistencia de patriotas
dominicanos que los enfrentaron en su ruta.
Con dos oficiales y trece soldados heridos, y tres marines muertos, fue
el saldo pagado por los invasores. Al
ser ocupada la ciudad, el general Desiderio Arias no hizo un solo disparo y fue
a entregarse voluntariamente a la casa del Gobernador de la ciudad.
El Almirante lanzó una nueva proclama al pueblo
dominicano y anuncio su intención de ocupar las importantes ciudades interiores
de Moca y La Vega, declarando que esta acción se debía a que las fuerzas
armadas de los Estados Unidos habían penetrado en la República Dominicana “…para apoyar a las autoridades
constitucionales y poner fin a las revoluciones y las consiguientes
perturbaciones del orden tan en detrimento del progreso ordenado y la
prosperidad del país”, y por hallarse las ciudades en poder de fuerzas
revolucionarias o amenazadas de estarlo por fuerzas contrarias al Gobierno
constituido. Se hizo además la siguiente
declaración:
“No es la intención del Gobierno de los Estados Unidos
adquirir por conquista ningún territorio de la República Dominicana ni atacar
su soberanía, pero nuestras tropas permanecerán aquí hasta acabar con todos los
movimientos revolucionarios y hasta que hayan sido adoptadas y estén en
ejecución ciertas reformas necesarias para asegurar el bienestar futuro del
país.”
LA PROTESTA DEL GOBIERNO DOMINICANO Y LA
ESCOGENCIA DEL NUEVO PRESIDENTE NACIONAL
Los ministros miembros del Consejo de Estado elevaron
formal protesta pero el Ministro norteamericano les informó en 16 de junio de
1916 que desde ese día el Receptor General de Aduanas había asumido la función
de recaudar todas las rentas del país, tanto las rentas internas como los
aranceles aduanales, y que del mismo modo había comenzado a actuar como agente
pagador para el Gobierno Dominicano. Cuando se evidenció que eran inútiles las
protestas, el secretario de Estado de Hacienda y Comercio, don Armando Pérez Perdomo, renunció al cargo.
Como el Congreso Dominicano tenía el tiempo de enemigo,
dado el hecho de que su mandato constitucional expiraba el 26 de julio de 1916,
sus miembros decidieron buscar un candidato de consenso para la presidencia
provisional con el fin de sustituir el Consejo de Ministros que ejercía un
gobierno decorativo.
Como la lista de los aspirantes a ocupar la
primera magistratura del estado era bastante amplia y casi todos representaban
intereses partidarios, se decidió escoger a un representante de la diáspora
dominicana en Cuba, quien se hallaba ausente del país, desde hacía más de diez
años radicado en la ciudad de Santiago de Cuba: el doctor Francisco Henríquez y
Carvajal (Santo Domingo, 14 de enero de 1859 † La Habana, 1935), periodista, médico,
abogado, escritor, pedagogo y político quien en ese momento vivía alejado de la
vorágine de la lucha política dominicana.
Hermano del doctor Federico Henríquez y Carvajal y amigo del presidente
Juan Isidro Jimenes.
El general Horacio Vásquez, don Jaime Mota, don Elías
Brache hijo, el general Luis Felipe Vidal y don Federico en representación de
los principales partidos del país, y en ejercicio de su liderazgo político,
enviaron al doctor Francisco Henríquez y Carvajal telegrama notificándole su elección
e invitándole a venir a juramentarse como presidente constitucional. Esta
decisión del Congreso no fue bien acogida por los Estados Unidos a pesar de que
el presidente provisional seleccionado tenía mucho tiempo alejado del país y de
sus actividades políticas.
Llamado a ocupar la presidencia del país,
parece que el deber para con la patria lo puso en primer plano embarcándose de
inmediato para retornar a la República con la alta investidura de primer
magistrado de la nación. Juramentado a
su llegada el 31 de julio de 1916.
El acto mediante el cual el Congreso eligió
al Dr. Henríquez y Carvajal como presidente provisional de la República había
incluido las dos importantes disposiciones:
“Articulo II. Si la Asamblea Constituye
convocada por decreto de esta misma fecha no hubiere terminado la reforma
constitucional en el término de cinco meses, el presidente provisional de la
República se compromete, al expirar este plazo, contando partir del día de la
prestación del juramento constitucional, a convocar las Asambleas Primarias
para que estas, pasados treinta días, procedan a la nominación de nuevos
colegios electorales y que estos últimos luego de haber perfeccionado su propia
elección, pasado un lapso igual de tiempo, puedan proceder a la elección de un
presidente de la República. En el caso de que en el término de los cincos meses
indicados se hubiera realizado la reforma constitucional, el presidente
interino obrará en todo lo relativo al proceso electoral de acuerdo con los
dictados de dichas reformas y las disposiciones finales del Congreso Nacional;
pero si la nueva Constitución adoptada por la Asamblea Constituyente conservara
el sistema de los colegios electorales, el presidente provisional deberá
convocar las Asamblea Primarias para elegir los colegios electorales dentro de
los 30 días inmediatamente posteriores a la promulgación o conclusión de la
misma Constitución.
Articulo III. La aceptación por el encargado
del Poder Ejecutivo del anuncio de su candidatura para la presidencia
definitiva o para la vicepresidencia si fuere instituida, lo incapacitará para
continuar en el ejercicio de sus funciones y se reputará tal aceptación como
una renuncia irrevocable que la Asamblea Nacional tiene el pleno derecho de
aceptar. Si el caso previsto en este articulado ocurriese después de votada la
nueva Constitución, se conocerá tal renuncia en la forma que la misma
determina.”
EL NUEVO GABINETE DE JURAMENTA
El nuevo gabinete estuvo integrado de la
siguiente forma:
Ministerio
|
Ministro
|
Agricultura e Inmigración
|
Don
Eladio Sánchez, velazquita
|
Fomento y Comunicaciones[7]
|
Don
Eliseo Espaillat, jimenista
|
Guerra y Marina
|
Miguel
Mascaró del partido legalista
|
Hacienda y Comercio
|
Don
Francisco José Peynado, independiente
|
Interior y Policía
|
Doctor
Federico Henríquez y Carvajal, independiente
|
Justicia e Instrucción Pública
|
Don
Emilio Pru’homme, jimenista
|
Relaciones Exteriores
|
José
María Cabral y Báez, horacista
|
Como puede notarse en el gabinete estaban
representados casi todos los partidos, y durante el breve periodo que los
ministros desempeñaron sus respectivos cargos, todos estuvieron siempre de
acuerdo con las decisiones del Presidente. Todos comprendieron la gravedad de
la situación y echaron a un lado cualquier idea de sacar ventajas políticas o
entrar en disputas motivadas en los intereses partidistas.
Frente a esta situación inesperada el
ministro mister William W. Russel de los Estados Unidos quedó un tanto
desconcertado frente a la inesperada unidad nacional de los dominicanos, poco
antes acostumbrados a pelearse entre sí.
Por ello, actuando casi por instinto, y previa consulta del Departamento
de Estado, decidió no reconocer el gobierno dominicano hasta tanto se determinara
si el doctor Francisco Henríquez y Carvajal estaba en actitud de aceptar las exigencias
y condiciones angloamericanas.
Si los Estados Unidos no reconocía el
gobierno los ingresos de las aduanas correspondientes al país no le serian
entregados por el Receptor General, y el gobierno no podría hacer frente a sus
diversas obligaciones económicas y a sus gastos corrientes.
El doctor Henríquez y Carvajal fue elegido
por el congreso conforme a la constitución, pero, lo que le interesaba al
Ministro norteamericano era que el nuevo presidente plegara sus decisiones a
los intereses imperiales de la gran potencia del norte, por ello, mister
William W. Russel presionó al gobierno aduciendo que el presidente provisional
había sido elegido tras haber expirado el periodo legislativo ordinario. Con esta excusa mantendrían la presión sobre
el doctor Henríquez y Carvajal hasta que este diera a torcer su pulso.
Pasado el tiempo, y ejercidas las presiones
necesarias contra el presidente, una vez que Russell comprendió que el
presidente Francisco Henríquez y Carvajal no actuaria con sumisión frente a los
intereses angloamericanos, ordenó al Receptor General de Aduanas suspender los
desembolsos de fondos del gobierno nacional.
Esto provocó una parálisis de toda la administración pública,
comprendiendo el presidente provisional que su ejercicio al frente de la cosa
pública bajo esas circunstancias seria efímero.
Resulta evidente
que ni siquiera un procónsul de la época del imperio romano tenia tantos
poderes ante un pueblo conquistado como los que ejercía el Ministro Russell en
la República Dominicana. Los poderes del
procónsul angloamericano eran de tan amplitud que se creía en capacidad de
ejercer en el país un supra gobierno. Su
informe al Departamento de Estado de fecha 18 de agosto de 1916 retrata su
actitud de cuerpo entero, cuando escribe explicando las acciones emprendidas
por él y sus motivaciones causales lo siguiente:
“He dado instrucciones al Receptor General de
suspender de inmediato todo desembolso de fondos dominicanos hasta que se
llegue a un acuerdo definitivo con en relación con la interpretación de ciertos
artículos de la Convención o hasta que este Gobierno muestre una actitud
amistosa. Consideró la medida necesaria a fin de que se vea que nuestra
intención es seria…”
“Como
hemos de insistir en nuestra interpretación de la Convención en lo que se
refiere al control y el cuerpo policial, es aconsejable que se formule la
demanda de las demás reformas que juzguemos necesarias, además de las señaladas
en la nota de sus instrucciones del 17 de septiembre de 1915, y también alguna
proposición respecto a la bahía de Samaná y es de absoluta necesidad para el
progreso de la República que se dicte una ley de resguardo para los títulos de
propiedad territorial.”
Russell informo personalmente al gobierno el
18 de agosto que: “… no se harían nuevas
entregas [de fondos] hasta que se llegue a un completo entendido respecto a la
interpretación de ciertos artículos de la Convención Dominico-Americana de
1907, interpretación sobre la cual ha insistido el Gobierno de los Estados
Unidos y de la cual tiene conocimiento el Gobierno dominicano desde el mes de
noviembre último [de 1915], o hasta que el actual Gobierno dominicano sea
reconocido por los Estados Unidos.”
Resulta evidente que el presidente Henríquez
confrontaba serias dificultades derivadas de su intransigencia para aceptar las
imposiciones imperiales del procónsul Russell y de los Estados Unidos. Su principal obligación era restablecer el
orden constitucional que había sido alterado por le rebelión del general Arias;
para ello debía convocar elecciones libres.
Se sabe que en agosto de 1916 el Ministro
Russell aconseja al Departamento de Estado de los Estados Unidos “…negar el reconocimiento [del presidente
Henríquez] hasta que se cumplan las
demandas que el Departamento de Estado había hecho en administraciones
anteriores. Después de menos de tres
semanas [de la administración Henríquez],
los funcionarios de EE.UU., sin previo aviso, cortaron al gobierno la entrega
de todos los fondos [procedentes] de
la Receptoría de Aduanas"[8].
La situación del congreso nacional era
cuestionable en tanto el mandato de una parte de los diputados y de los
senadores expiraba en el 30 de noviembre de 1916, de tal manera que debían ser
convocadas las correspondientes elecciones.
Como enfrentamientos entre los distintos partidos políticos impidieron
la constitución de la asamblea constituyente durante unos dos meses, logrando
reunirse en 29 de septiembre de 1916.
Los enfrentamientos y debates entre los grupos representados llegaron casi
al antagonismo, obstaculizando el trabajo de los delegados. Ley disponía que eran necesarios un mínimo de
16 delegados para formar el quórum, pero como este –el quórum- no se
completaba, las sesiones eran postergadas cada día; incluso, en las provincias
los colegios electorales fueron convocados antes de la esperada reforma
constitucional y reeligieron a los congresistas partidarios de Desiderio Arias,
cuyos mandatos expiraban el 1ro de diciembre de 1916.
Estaba claro que la reforma constitucional no
se podía postergar después del 30 de noviembre de 1916, porque ese día concluía
el mandato de muchos de los congresistas, y los que habían sido reelegidos no
cumplían con las formalidades legales establecidas en la constitución, por lo
tanto, una constitución surgida de una asamblea nacional constituida de manera
defectuosa seria impugnada y desconocida por los Estados Unidos.
Forzado por las apremiantes circunstancias el
presidente Henríquez trató por todos los medios de lograr un entendimiento con
el Ministro Russell, pero el tiempo lo tenía en su contra. Por iniciativa del Ministro Peynado fue
arreglado un encuentro del Ministro angloamericano Russell con el presidente
interino Henríquez y Carvajal. En el
encuentro Russell lo presionó para que aceptara las demandas de los Estados
Unidos, el presidente Francisco Henríquez y Carvajal declaró: “Usted puede decir a su Gobierno que con la
ayuda de los Estados Unidos tengo la intención de establecer un gobierno de
orden que garantizara la paz y la prosperidad del país.”
El presidente provisional se hallaba en una
dificilísima situación, siendo un hombre de convicciones nacionalistas, con un
congreso opuesto a entregar el pedazo de soberanía que faltaba por entregar a
los Estados Unidos, y con un pueblo resueltamente opuesto al intervencionismo y
a la dominación neocolonial que se había implantado, debía conjuntamente con
sus ministros decidir sobre las demandas angloamericanas.
Mister Russell, el ministro americano,
demandaba del gobierno la aplicación de las siguientes medidas:
·
Que se extendiera la
autoridad del Receptor General de Aduanas para
recaudar y distribuir todos los fondos pertenecientes al estado dominicano;
·
Que el ejército nacional o guardia
republicana fuese disuelto para luego crear una fuerza o guardia nacional que
sería denominada Policía, sobre la base de los planes formulados por el
Departamento de Estado;
·
Que fuera negociado un tratado
bilateral en un plazo no mayor de treinta días que confiriese y asegurase a los
Estados Unidos, por medio de un tratado escrito, todos los poderes, derechos y
privilegios que habían sido exigidos previa y repetidamente.
Claro está, ante tales exigencias el Gobierno Provisional
afirmó que estas demandas constituían una clara violación de la Constitución
Dominicana, sin embargo el presidente trato por todos los medios de
flexibilizar la intransigencia del Congreso y de algunos de los Ministros del
gobierno en aras a dar aquiescencia a las demandas norteamericanas, proponiendo
ciertas transacciones el 25 de agosto y el 14 de septiembre ciertas medidas
encaminadas a un arreglo satisfactorio, sin embargo, sus propuestas fueron
rechazadas dado el hecho de que el Departamento de Estado, considerándose en
una posición de poder y con el país militarmente invadido, entendía que el gobierno
debía aceptar su dictado.
Lansing, el secretario de Estado ordeno al ministro
Russell para proponer al presidente Henríquez que promulgara como decreto el
siguiente texto, elaborado por el Departamento de Estado. El primero de los decretos propuestos se
refería a la creación de la policía o Guardia Rural:
“Articulo I. con el fin de preservar la paz interna, para
la seguridad de los derechos individuales en la República Dominicana, y para la
mejor observancia de la convención de 1907 celebrada entre los Estados Unidos y
la República Dominicana, la guardia rural de Santo Domingo constituiría la
única fuerza militar y policial de la República. Esta guardia estará colocada
bajo el control y sujeta a la dirección del presidente de la República.
Articulo II. A petición del presidente de la República,
el presiente de los Estados Unidos someterá para su nombramiento los nombres de
un oficial estadounidense para el comando de la guardia rural, y los de un
número adecuado de oficiales americanos para ayudar a este comandante en la
organización y mando de la guardia.
Articulo III. Dichos oficiales y rasos y las regulaciones
de la paga de salarios, del personal, alistamiento, nombramiento, disciplina
etc., que fueren recomendadas y promulgadas por el comandante, serán
debidamente autorizados, ratificados y promulgados por el Gobierno de la
República. Si no hubiere acuerdo sobre cualquier cuestión de regulaciones
previstas en este articulo, tal cuestión será sometida al presidente de los
Estados Unidos para su decisión.
Artículo IV. La guardia rural tendrá la supervisión y el
control de las armas, municiones, abastos militares y el tráfico de armas y
abastecimientos en todo el territorio de la República.
Articulo V. La reorganización de la guardia rural arriba
prevista comenzará al mes de la promulgación de este decreto.”
El segundo decreto constituía una reafirmación de las
exigencias norteamericanas relativas al control financiero deseado por Wilson
para el país, y establecía:
“Articulo I. La recaudación de las rentas internas, y los
ingresos del Gobierno de cualquiera otra fuente estarán puestos a cargo del
Receptor General de Aduanas bajo la regulación actualmente vigente para la
recaudación de las rentas aduaneras.
Articulo II. Ningún pago o desembolso de las rentas
pertenecientes al Gobierno dominicano será efectuado por el Receptor General de
Aduanas excepto por orden del Gobierno dominicano y de conformidad con la Ley
de Gastos Públicos vigente u otra ley del Gobierno.”
Sometidas
estas propuestas al gobierno de Henríquez, la exigencia norteamericana se
mantuvo intacta, y Estados Unidos reconocería al gobierno si cedía ante sus
demandas de aceptar el control financiero y la creación de la fuerza
policial. Los dominicanos se preguntaban:
para qué los Estados Unidos exigían al gobierno la creación de una fuerza
policial sí en la práctica los marines de los Estados Unidos habían asumido
pleno control militar del país y desempeñaban funciones militares y policiales,
incluyendo las de control de armas, arrestos de dominicanos, y represión. Incluso, llegado el mes de septiembre se
produjo en la ciudad de Santiago la detención de los generales Desiderio Arias
y Mauricio Jimenes por órdenes del Procurador General de la República siendo
ambos acusados de desfalco del Tesoro público.
Luego, al intentar los marines apresar a Ramón Batista, en Pajarito
–Villa Duarte-, se verifico cierta resistencia produciéndose un enfrentamiento
a tiros con un saldo de varios muertos y heridos de ambos bandos, incluyendo de
la muerte de observadores del conflicto.
Luego, ocurrió el 26 de octubre de 1916, en horas de la noche, que una
patrulla de marines, después de haber oído varios disparos al aire, hechos por
un hombre ebrio, disparó sobre varios contertulios de un café matando algunos
dominicanos. Enfrentamientos de este
tipo se presentaron en distintos puntos de la geografía nacional, cada vez con
mayor frecuencia.
Fabio Fiallo, poeta y periodista. Se opuso a la ocupación. |
Otro
aspecto de la ocupación militar fue lo relativo a los férreos controles
impuestos a los periodistas a través de la censura. La hostilidad de los dominicanos ante la
arrogancia y altanería de los oficiales y clases de los marines fue en aumento
cada día. Se sabe que en las provincias
del país los Gobernadores, Jueces, y autoridades en ejercicio de sus funciones
llegaron a tener serias desavenencias con los invasores extranjeros, quienes
sin haber declarado el estado de ocupación querían humillarlos y sustituirles
en sus respectivas atribuciones y funciones.
El odio contra los intrusos nació pronto y el rechazo a los marines fue
generalizado. Incluso el propio Ministro
de Relaciones Exteriores dominicano, don José María Cabral y Báez, ministro de
Relaciones Exteriores, informó al ministro estadounidense que el sentimiento
amistoso hacia los Estados Unidos, que antes abrigaban los dominicanos se había
tornado en hostilidad universal de parte de los ciudadanos de este país.
Con fines de consultarle los Estados Unidos llamó a su
Ministro o embajador en el país a principios del mes de noviembre. El presidente Henríquez sabía muy bien que a
partir del 30 de noviembre prescribiría el mandato de senadores y diputados,
por ello, por medio de un decreto convocó los colegios electorales el día 14 de
noviembre de 1916 a fin de reunirlos y constituirlos en fecha 3 de diciembre. El Lic. Pérez Perdomo, embajador dominicano
en Washington, fue instruido por el presidente Henríquez para que tratara de
evitar lo que parecía inevitable: la declaración del estado de ocupación
militar. El representante diplomático
dominicano, Pérez Perdomo, elaboró una comunicación al presidente Wilson
tramitada vía el Departamento de Estado haciendo énfasis en cuatro puntos:
·
Que el Gobierno Provisional tenía
derecho de ser reconocido por el Gobierno de los Estados Unidos;
·
Que la retención de los fondos
destinados a pagar durante cuatro meses los salarios de los servidores públicos
había producido una situación que afectaba todas las actividades, y que esa
odiosa medida había dado por el resultado la indigencia de muchos dominicanos;
·
Que esa retención de los fondos de
la receptoría, hecha por el Gobierno de los Estados Unidos, era contraria a las
estipulaciones de la convención de 1907;
·
Que la acción llevada a cabo de este
modo era, además, de injusta en tanto los empleados estadounidenses del
Gobierno Dominicano habían sido pagados mientras se había retenido el pago de
los empleados dominicanos; finalmente, agregaba la nota, que no obstante las
dificultades con las que tenía que lidiar continuamente el Gobierno
Provisional, este siempre se había mostrado dispuesto a discutir con el
Gobierno de los Estados Unidos una solución razonable de la situación.
Sin
embargo, poco caso se hizo al contenido de esta comunicación, lo mismo que a
las protestas recibidas de otras fuentes.
Las autoridades de Washington no sabían qué hacer para enfrentar la
crisis dominicana, y en el país nadie deseaba que se mantuviera la ocupación
militar.
Aspectos y
elementos importantes de geopolítica regional caribeña, continental y mundial
habían conducido a los Estados Unidos a implementar una política imperialista,
expansionista, y de control directo de islas, territorios continentales,
canales interoceánicos, mares, bahías y sitios de interés estratégico. Esta política agresiva, y violadora de las normas
más elementales del derecho internacional público en ciernes condujo a los
estados Unidos a realizar varias invasiones e intervenciones en América y en
Europa, principalmente su participación en la Guerra Europea de 1914 a 1918.
De acuerdo
con Alfred Verdross, famoso tratadista del derecho internacional público, la
diferencia entre ocupación e intervención militar radica en que una ocupación
es una invasión militar de un país sobre otro por largo tiempo, mientras la
intervención es una invasión por poco tiempo.
LA
INVASION SOBRE HAITI (1915-1934)
En el vecino país, Haití, los
Estados Unidos habían invadido desde el 28 de julio de 1915, basándose en que
después de una violenta protesta popular contra el sanguinario dictador Jean
Vilbrun Guillaume Sam –presidente haitiano desde 4 de marzo al 27 de julio,
1915, hijo del ex presidente Tiresias Sam Simón (gobernó de 1896 a 1902)- este
había sido atacado por una turba, fue herido en el palacio desde donde huyó y
buscó refugio en la embajada de Francia, llegándose a esconder en un pequeño
baño, de donde fue sacado violentamente y ejecutado con la mayor crueldad, y
luego su cuerpo fue lanzado y clavado sobre los hierros de la verja de la
embajada gala en Puerto Príncipe, luego, los habitantes de los barrios de
puerto príncipe se pasearon delante de su cadáver arrancándole pedazos.
Guillaume
Sam había sido líder de una rebelión armada que destituyó al presidente Oreste
Zamor y condujo al poder Cincinato Leconte, luego víctima de un
magnicidio. Fue sustituido por José
Davilmar Théodore, quien fue obligado a renunciar porque no podía pagar a los
mercenarios con los cuales derrocó a Zamor, motivo por el cual San obtiene el
gobierno.
El
dictador Sam enfrento una insurrección contra su gobierno liderada por Rosalvo
Bobo, quien se oponía a que el gobierno de Sam continuara ampliando los lazos
de dependencia económica y comercial con los Estados Unidos, y cediendo el
territorio haitiano para ser usado con fines estratégicos y militares. Temiendo ser derrocado como, había ocurrido
con los presidentes anteriores, Sam actuó con brutalidad en contra sus
adversarios políticos, especialmente con los mulatos ricos y educados, y en 27
de julio de 1915, ordenó la ejecución sumaria de 167 prisioneros políticos,
entre ellos el ex presidente Zamor, que se encontraba detenido en una cárcel en
Port-au-Prince. Esto enfureció a la
población mulata, quienes se levantaron en armas contra el gobierno de Sam tan
pronto como fueron enterados de los odiosos fusilamientos sumarios realizados por
el sanguinario dictador.
Tras el
ajusticiamiento de Guillaume Sam Haití vivió una profunda crisis, y durante dos
semanas el país se mantuvo en sobresalto, razones por las cuales el
Departamento de Estado ordenó a la Marina de los Estados Unidos la intervención
militar desde el 28 de julio de 1915, ocupación que fue ampliándose y
extendiéndose gradualmente hasta cumplir casi 20 años de ocupación militar que
dejó un país postrado, saqueado, y humillado.
Al
principio desembarcaron en Puerto Príncipe unos 330 infantes de marina para
supuestamente “salvar vidas” de norteamericanos en Haití y para supuestamente “enseñar a los haitianos a vivir en
democracia", pero esa decisión del Presidente Woodrow Wilson dio lugar
a la articulación de un prolongada resistencia armada y a una guerra de
guerrillas que provoco la muerte de unos 40,000 haitianos, básicamente
campesinos pobres, y, en el sangriento conflicto, aparecieron la tortura, los
campos de concentración y los primeros bombardeos aéreos de poblaciones civiles
en tiempos de paz. Las bajas norteamericanas
fueron calculadas entre 300 y 400, según
el periodista e historiador especializado George Michel, quien dice que "hubo muchos desaparecidos y decesos oficialmente atribuidos a
enfermedades tropicales en realidad se debían a envenenamientos".
Al desembarcar
en Puerto Príncipe, los "marines" del almirante William Caperton
apenas encontraron resistencia. Sólo la guarnición del Arsenal, en la parte
baja de la ciudad, disparó contra los invasores.
Las tropas
norteamericanas emprendieron el desarme del ejército haitiano y de los grupos
revolucionarios concentradas en Puerto
Príncipe, y sobre todo en el norte, cuna histórica del nacionalismo haitiano.
Pero rápidamente la guerra se hizo feroz y despiadada en ambos bandos.
Un notable
de la meseta central de Haití, Charlemagne Péralte (1885-1919) asumió la
dirección de la guerrilla, proclamándose "jefe del ejército revolucionario en lucha contra los norteamericanos en
tierra haitiana". Sus tropas, armadas con viejos fusiles franceses y
sin apenas munición, tuvieron en jaque a los "marines", dotados de
armas modernas, blindados livianos y bombarderos biplanos.
El 31 de
octubre de 1919, Peralte muere asesinado. Su sucesor, el maestro rural Benoit
Batraville, seguiría la misma suerte el 19 de mayo de 1920.
Luego, un
movimiento nacionalista pacífico, apoyado por las élites urbanas, toma el
relevo de la guerrilla diezmada, y culmina el 31 de octubre de 1929 con una
huelga de estudiantes.
Bajo las
presiones combinadas de nacionalistas haitianos triunfaron en las elecciones
legislativas para constituir la asamblea nacional realizadas en octubre de
1930, contando con el apoyo de liberales norteamericanos y logias masónicas
negras norteamericanas. El último
infante de marina salió de Haití el 21 de agosto de 1934. Un año más tarde, un plebiscito aprobó la
presidencia de Vincent y enmendó la Constitución para elegir presidente por
votación popular.
El balance
de la ocupación es controvertido. A la
estabilidad política y financiera recuperada, al progreso de la higiene pública
y la construcción de algunos edificios modernos en Puerto Príncipe, se oponen
el saqueo de los fondos públicos por el ocupante y el declive de la
agricultura. Entre los efectos negativos
también figuran el surgimiento de un nuevo militarismo con la "guardia
Haitiana", que sucedió al antiguo ejército y respaldó una parodia o
imitación burlesca de democracia, y la entrega del poder político a las élites,
en particular mulatas, factores que, 23 años después, conducirían a la
dictadura de Francois y Jean-Claude Duvalier.
Muchos
años después de esos hechos, en el 2010, el intelectual norteamericano Noam
Chomsky escribiría lo siguiente sobre la política de Wilson en la Isla y en
América Latina:
“Woodrow Wilson es el más honrado de los
presidentes galardonados con el Nobel y posiblemente, el peor para América
Latina. Su invasión a Haití en 1915 mató a miles, prácticamente reinstauró la
esclavitud y dejó a gran parte del país en ruinas.”
“Para demostrar su amor a la democracia, Wilson ordenó a
sus marines desintegrar el Parlamento haitiano a punta de pistola en represalia
por no aprobar una legislación "progresista" que permitía a
corporaciones estadunidenses comprar el país caribeño. El problema se remedió
cuando los haitianos adoptaron una Constitución dictada por Estados Unidos,
redactada bajo las armas de los marines. Se trataba de un esfuerzo que
resultaría "benéfico para Haití", aseguró el Departamento de Estado a
sus cautivos.”
“Wilson también invadió República Dominicana para
garantizar su bienestar. Esta nación y Haití quedaron bajo el mando de
violentos guardias civiles. Décadas de tortura, violencia y miseria en ambos
países fueron el legado del "idealismo wilsoniano", que se convirtió
en un principio de la política exterior estadunidense.”
LA DECLARACION DEL ESTADO DE OCUPACION MILITAR EN LA
REPUBLICA DOMINICANA EN 29 DE NOVIEMBRE DE 1916
El secretario de Estado había determinado que la única
solución efectiva sería la solución radical de la ocupación militar de la
República Dominicana por los Estados Unidos. En una comunicación dirigida al
presidente Wilson el 22 de noviembre de 1916, el secretario Lansing anexo un
memorando en que describa detalladamente la situación de la República
Dominicana y declaraba que, en su opinión, aquella se dirigía al estallido de
una crisis. El secretario Lansing afirmaba: “… debemos determinar inmediatamente las acciones que se tomaran, pues de
otro modo la revolución y el desastre económico serán inminentes.”
Como razón principal para ejecutar lo aconsejado, el
memorando del Departamento de Estado recalcaba que el presidente Henríquez y
Carvajal había publicado un decreto que convocaba los colegios electorales para
elegir senadores y diputados. Y se
afirmaba en ese documento del Departamento que la mayoría de tales senadores y
diputados así elegidos eran partidarios del general Arias, lo que le daría a
este el control completo del Gobierno, aun en el caso de que el doctor
Henríquez y Carvajal resultara electo como presidente Constitucional de la
República.
El memorando continuaba diciendo:
“Esta fase de la situación, unida a la circunstancia de
que el Gobierno provisional se niega a coincidir con los puntos de vista de los
Estados Unidos en lo que concierne al establecimiento del Asesor financiero y
la relativa a la creación del cuerpo policial, coloca al Gobierno de los
Estados Unidos frente a un problema serio.”
“La retención de los fondos por el Gobierno de los
Estados Unidos, basada en las circunstancias de que no ha sido reconocido
Henríquez, ha producido una crisis económica en el país, que empeora cada día,
y de la cual este Gobierno no quisiera ser responsable…”
“Se piensa que la única solución de la dificultad seria
la proclamación de la ley marcial que pusiera a Santo Domingo bajo la ocupación
militar, basando esta acción en la interpretación que los Estados Unidos han
dado a la convención de 1907 y también en las condiciones de inestabilidad
imperantes en la República… El Capitán Knapp… debe haber llegado hoy a Santo
Domingo y se piensa que no debe perderse tiempo en darle instrucciones acerca
de cómo efectuar la ocupación militar y comenzar inmediatamente los desembolsos
de los fondos bajo la ley marcial.”
Junto con la comunicación del secretario Lansing al
presidente Wilson, se anexo una copia de la proclama que lanzaría el Capitán
Knapp. La proclama contenía la siguiente cláusula: “En caso de mala conducta en el cargo o por otras cusas graves y
suficientes, el Gobierno Militar destituirá a cualquier juez, u otro
funcionario judicial, y nombrara su sustituto en el puesto.”
El inmenso trastorno que había resultado del estallido de
la Guerra Mundial, la creciente evidencia de que podría no permitírsele a los
Estados Unidos permanecer indiferentes, y las actividades de su propia campaña
electoral durante el año anterior, habían hecho casi imposible que el
presidente Wilson pudiese dedicar mucha atención a la situación
dominicana. Los pasos que habían sido
dados sucesivamente durante los meses del verano, le fueron debidamente
comunicados. Pero, indudablemente, su
gravedad no había sido asimilada internamente por Wilson en toda su extensión,
ya que para entonces su mente había sido absorbida por el problema europeo. El
24 de noviembre de 1916, el presidente contestó la comunicación del Secretario
Lansing en los términos siguientes:
Mí estimado Señor secretario:
Doy mi aprobación con la más profunda renuencia al curso
que se propone aquí, pero tengo la convicción de que es el menor de los males a
la vista en esta situación compleja. Por lo tanto lo autorizo a dar las
instrucciones adecuadas a las premisas siguientes:
He tachado la cláusula de la proclama que autoriza al
oficial comandante a destituir jueces y a otros funcionarios en ciertas
circunstancias. Puede que llegue a ser necesario recurrir a medidas tan extremas,
pero no juzgo prudente que se haga un anuncio tan arbitrario en la misma
proclama.
Atentamente,
Woodrow Wilson.
El día 29 de noviembre, el Capitán Knapp, desde su buque
insignia, el Olimpia, en el antepuerto de Santo Domingo, lanzó la proclama que
sigue, aprobada por el presidente Wilson, en el cual se desconocía oficialmente
la existencia de un Gobierno dominicano, establecido de acuerdo con la
Constitución, por un pueblo en ejercicio de sus derechos inherentes como nación
independiente, una nación que había mantenido su libertad e independencia
contra todas las amenazas y contra fuerzas contrarias de superioridad
abrumadora durante los setenta y dos años anteriores:
La proclama que fue publicada en la Gaceta Oficial no.
2758 del 2 de diciembre de 1916, decía:
Considerando que fue firmada una convención entre los
Estados Unidos de América y la República Dominicana, el 8 de febrero de 1907,
de la cual el artículo III dice:
“Hasta que la República Dominicana no haya pagado la
totalidad de los bonos del empréstito, su deuda pública no podrá ser aumentada
sino mediante un acuerdo previo entre el Gobierno dominicano y los Estados
Unidos. Igual acuerdo será preciso para
modificar los derechos de importación de la República, por ser condición
indispensable para que esos derechos puedan ser modificados que el Ejecutivo
dominicano compruebe y el Presidente de los Estados Unidos reconozca que
tomando como base las importaciones y exportaciones de los dos años que
preceden al en que se quiera hacer la alteración en los referidos derechos, y
calculados el monto y la clase de los efectos importados o exportados, en cada
uno de esos dos años al tipo de los derechos de importación que se pretenden
establecer, el neto total de esos derechos de aduanas en cada uno de los dos
años, excede de la cantidad de dos millones de peso oro americano. Considerando: El Gobierno dominicano ha
violado el dicho artículo III en más de una ocasión; y Considerando: El
Gobierno dominicano, de cuando en cuando, ha dado como explicación de dicha
violación la necesidad de incurrir en gastos extraordinarios incidentales para
la supresión de las revoluciones; y Considerando: El Gobierno de los Estados
Unidos, con mucha paciencia, y con el deseo amistoso de ayudar y permitir a la
República Dominicana mantener la tranquilidad doméstica y cumplir con las
estipulaciones de la convención citada, ha exigido al Gobierno dominicano
ciertas medidas necesarias que el Gobierno dominicano ha sido inclinado a no
aceptar o ha sido incapacitado a aceptar; y Considerando: En consecuencia, la
tranquilidad doméstica ha sido perturbada, y aún no está restablecida ni
asegurado el cumplimiento futuro de la Convención de parte del Gobierno
dominicano; y Considerando: El Gobierno de los Estados Unidos está determinado
que ya ha llegado el tiempo de tomar medidas para asegurar el cumplimiento de
las provisiones de la Convención citada de parte de la República Dominicana, y
mantener la tranquilidad doméstica de dicha República, lo cual es necesario
para tal cumplimiento.”
“Ahora, por tanto, yo, H. S. Knapp, Capitán de la Marina
de los Estados Unidos, comandando la Escuadra de Cruceros de la Flota del
Atlántico de los Estados Unidos de América, y de las fuerzas armadas de los
Estados Unidos de América situadas en los varios puntos dentro del territorio
de la Republica Dominicana, actuando bajo la autoridad y por orden del Gobierno
de los Estados Unidos de América.”
“Declaro y proclamo, a todos los interesados que la
República Dominicana queda por la presente puesta en un estado de ocupación
militar por las fuerzas bajo mi mando, y queda sometida al Gobierno militar y
al ejercicio de la ley militar, aplicable a tal ocupación.”
“Esta ocupación militar no es emprendida con ningún
propósito, ni inmediato ni ulterior, de destruir la soberanía de la República
Dominicana, sino, al contrario, es la intención ayudar a ese país a volver a
una condición de orden interno, que lo habilitará para cumplir las previsiones
de la Convención citada, y con las obligaciones, que le corresponden como
miembro de la familia de naciones.”
“Las leyes dominicanas, pues, quedaran en efecto vigentes
siempre que no estén en conflicto con los fines de la ocupación o con los
reglamentos necesarios establecidos al efecto, y una administración legal
continuara en manos de[jueces] oficiales dominicanos, debidamente autorizados,
todos bajo la vigilancia y la supervisión de la fuerza de los Estados Unidos
que ejerce el Gobierno Militar.”
“La administración ordinaria de la justicia, tanto en
casos civiles como en casos criminales, por medio de las cortes dominicanas
regularmente constituidas, no será interrumpida ni obstruida por el Gobierno
Militar ahora establecido; pero los casos en los que intervenga un miembro de
las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos, o en los cuales haya envuelto
desprecio, desacato o desafió de la autoridad del Gobierno Militar, serán
juzgados por tribunales establecidos por el Gobierno Militar.”
“Todas las rentas provenidas al Gobierno dominicano,
incluso derechos o impuestos hasta el presente provenidos y no pagados, ya sean
derechos de Aduana bajo las provisiones de la convención concluida el 8 de
febrero de 1907, por la cual se estableció la Receptoría de Aduanas, que
permanecerá vigente, o sean de rentas internas, serán pagadas al Gobierno
Militar, el cual mantendrá en custodia por cuenta de la República Dominicana
tales rentas y hará todo desembolso legal que sea necesario para la
administración del Gobierno dominicano y para los propósitos de la ocupación.”
“Invoco a todos los ciudadanos dominicanos, y a los
residentes permanentes y temporales o transeúntes en Santo Domingo, a cooperar
con las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos, con el fin de que sus
gestiones sean prontamente realizadas y que el país sea devuelto al orden y a
la tranquilidad doméstica interna y a la prosperidad que solamente se puede
conseguir bajo tales condiciones.”
“Las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos bajo mi
mando actuaran según la ley militar que gobierna su conducta con el debido
respeto a los derechos, personales y de propiedad, de los ciudadanos
dominicanos, residentes permanentes y transeúntes o temporales en Santo
Domingo, sosteniendo y defendiendo las leyes dominicanas, siempre que estas no
entren en conflicto con los propósitos para los cuales se emprende la
ocupación.”
H. S. Knapp,
Capitán de la Marina de los EE. UU., Comandante de la
Escuadra de Cruceros de la Flota del Atlántico de los EE. UU.
Buque Insignia U. S. S. Olimpia, Santo Domingo, 29 de
noviembre de 1916
El pretexto invocado por los Estados Unidos fue la
supuesta violación por parte de la República Dominicana de la clausula III de
la Convención de 1907 en su prohibición de aumentar la deuda pública mientras
no se hubiese cancelado el empréstito garantizado por ella, sin un previo
acuerdo entre el Gobierno dominicano y el Gobierno de los Estados Unidos.
Cinco días después, don Armando Pérez Perdomo, el
ministro dominicano en Washington, presento su protesta contra la ocupación,
redactada con frases dignas de recordar:
“Solamente la existencia de un estado de
guerra podría haber justificado tal proceder del Gobierno de los Estados Unidos
hacia la República Dominicana, pero jamás ha existido la guerra entre las dos
naciones.”
“Por lo tanto, al actuar como lo ha hecho el Gobierno de
Vuestra Excelencia con la República Dominicana, ha violado abiertamente en
primer lugar los principios fundamentales del derecho público internacional que
han establecido como regla invariable de orden público para las naciones el
respeto reciproco de la soberanía de cada uno de los estados del mundo
civilizado, y en segundo lugar, los principios que guían la doctrina del
panamericanismo que consagran la inviolabilidad de las nacionalidades
americanas; principios que puede decirse han hallado su más altas expresiones
en muchas declaraciones oficiales del ilustre presidente de los Estados
Unidos.”
[1] El presidente Wilson gana las elecciones de 1912
con mayoría de votación popular porque obtuvo el 42 por ciento de los votos,
mientras sus opositores: Roosevelt el 27 por ciento; Taft el 23 por ciento, y
el socialista Eugene Debs el 6 por ciento; en la colegiatura electoral Wilson
consiguió 435 votos de 531; Roosevelt obtuvo el apoyo de seis estados, Taft el
de dos y Debs de ninguno. Antes de ser
Presidente había sido gobernador del estado de New Jersey por el Partido
Demócrata (1910 a 1912). En su historia
de vida se destaca que fue profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de
Princeton hasta 1902, y a partir de ese año fue su Presidente o Rector. Hizo un gobierno orientado por un programa
progresista y reformista basado en la
consigna: “La nueva libertad”. Dividía a
las naciones en civilizadas e incivilizadas,
Las civilizadas eran las naciones de etnias blancas, sajonas o
teutónicas, en donde existiese industrialización y estabilidad socio-económica,
y las cuales podían imponer el orden y su civilización a los países atrasados e
incivilizados. Las Naciones
Incivilizadas eran las conformadas por las etnias latinas o eslavas, y los
países africanos y asiáticos, exceptuando a Japón que se había industrializado. Fue el presidente que llevó a Estados Unidos
a participar en la Gran Guerra Europea o Primera Guerra Mundial a partir de
1917 (Nota de Francisco Berroa).
[2] Paulino Ramos, Alejandro. El Paladión, de la
ocupación militar norteamericana a la dictadura de Trujillo, tomo I, edición
del Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2010, P. 17.
[3] Lee Borges, José. República
Dominicana: de la restauración a los primeros pasos de la verdadera influencia
estadounidense, 1865-1880. Revista
Mexicana del Caribe, Vol. V, Núm. 010, 2000. Universidad de Quintana Roo, México,
P. 118-119.
[4] Lee Borges, José. República
Dominicana: de la restauración a los primeros pasos de la verdadera influencia
estadounidense, 1865-1880. Revista
Mexicana del Caribe, Vol. V, Núm. 010, 2000. Universidad de Quintana Roo, México,
P. 121.
[6] Fuller, Stephen M. & Cosme, Graham A,
1974. Los marines en la República Dominicana, 1916-1924 /
por Stephen M. Fuller y Graham A. Cosme, Historia y Museos, División de la
Sede, Cuerpo de Marines de EE.UU.
[7] Este ministerio era la fusión del de Fomento y
Obras Publicas con el de Correos y Telégrafos (Nota de Francisco Berroa)
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