jueves, 16 de agosto de 2018

Los Dominicanos frente a la Dictadura, la Dictablanda, la Democradura y la Democracia



Por: Francisco Berroa
Las nuevas generaciones de dominicanos, sobre todo los adscritos temporalmente a la llamada “Era Pos-moderna”, que son los que nacieron a partir de 1989 -cuando finalizó la Guerra Fría, último momento de la Edad Contemporánea-, y muchos de los que nacieron en los años 80 del siglo pasado, son quienes comúnmente hacen alusión a la Dictadura de Trujillo (1930-1961), o a los Doce Años de Balaguer (1966-1978) como momentos de nuestra historia en los cuales las personas disfrutaban de altos niveles de seguridad y bienestar.

 Muy posiblemente, estos jóvenes adultos, y los propios jóvenes adolescentes de la generación “E”, definida como una generación con un estilo de vida ligado a la rutina de la WEB, al Internet, y a las nuevas tendencias que este medio les ofrece, también conocidos como los hijos del nuevo milenio, son quienes se expresan con mucha fuerza de convicción sobre la buena seguridad ciudadana que existió en el país bajo la dictadura de Rafael Trujillo o durante la “dictablanda” de Joaquín Balaguer.
Posiblemente sostienen los puntos de vista de sus ascendientes: Padres y abuelos, quienes fueron los que vivieron o nacieron en esos trágicos años de la vida política vernácula caracterizados por los crímenes políticos y el terrorismo de estado.

Quizás esos ascendientes: Padres y abuelos, fueron beneficiarios del paternalismo trujillista o balaguerista, porque en aquellos años fueron muchos los privilegiados beneficiados con donaciones de cajas con alimentos, viviendas o apartamentos construidos por el Estado, o fueron beneficiados con una parcela en esos repartos de tierras, públicas o privadas muchas veces obtenidas por medio del despojo a sus legítimos dueños,  que comúnmente hacen todos los gobiernos en áreas rurales, o en fin, de alguna manera, la dictadura de Trujillo y la dictablanda de Balaguer les resultaron beneficiosas y agradables a sus progenitores, y ahora los jóvenes se sienten conectados con ese pasado de oprobio y conculcación de las libertades públicas y ciudadanas, que es la esencia de ese pasado dictatorial.
No saben que muchos padres y madres de aquellos años aún se preguntan: ¿Dónde está mi hijo desaparecido?, e incluso hay quienes llevan las cicatrices físicas o emocionales de las torturas a que fueron sometidos, o que guardan los lazos negros de los hijos muertos en las cárceles y centros de torturas que proliferaron en nuestro país en aquellos oscuros tiempos de asfixia libertaria.

La historia siempre tiene más de una lectura.  Quizás los años vividos en democracia a partir de 1978 hasta 2018, que son 40 largos años, no han sido suficientes para construir una sociedad como la idearon muchos de los hombres inspirados en los ideales liberales clásicos como Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Alfonso Moreno Martínez, y muchos otros.

Nuestro país ha conocido durante esos 40 años gobiernos democráticos que más bien actuaron como una suerte de “democradura” es decir un sistema hibrido o estado intermedio entre  democracia y dictadura.  Bastaría mencionar una fecha: 24 de abril de 1984, cuando ocurrió la gran protesta popular contra los ajustes recetados a nuestra economía por el Fondo Monetario internacional (FMI), que Juan Bosch denominó con el nombre de “Poblada”, y que el gobierno del doctor Salvador Omar Jorge Blanco reprimió con la fuerza de los fusiles y las balas.

En ese momento el país no parecía que tenía una democracia sino una democradura.  La misma democradura que obligó a retroceder a la clase media, que aumento el costo de la vida y la canasta familiar dejando los salarios congelados.  Que aumentó los aranceles y prohibió las importaciones de bienes que el país era incapaz de producir, pero que la población demandaba, todo ello en contraste con los altos niveles de corrupción imperantes en la administración pública, en medio del derroche de los bienes estatales por parte los de funcionarios fantoches que hicieron del oropel una moda y del poder un estilo de vida.

La proliferación de los crímenes y delitos contra la propiedad y las personas como robos y asaltos; las frecuentes ejecuciones extrajudiciales; el desarrollo del narcotráfico y del micro tráfico de drogas; el lavado de activos; los secuestros; los fraudes bancarios; la substracción de bienes estatales; la venta de tierras estatales a precios irrisorios; el regalo de pensiones; la anarquía sindical; la expoliación fiscal; la carencias de agua potable y energía eléctrica; los subsidios sobre la base del encuadramiento político; y una larga etcétera, son algunos de los elementos que los jóvenes posmodernos han experimentado en la “democradura”, y quizá por eso estén ilusionados con el retorno de la dictablanda o de la dictadura, las cuales solo se evitarían construyendo una verdadera sociedad democrática.

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