Por:
Francisco Berroa
Las nuevas generaciones de dominicanos, sobre todo
los adscritos temporalmente a la llamada “Era Pos-moderna”, que son los que
nacieron a partir de 1989 -cuando finalizó la Guerra Fría, último momento de la
Edad Contemporánea-, y muchos de los que nacieron en los años 80 del siglo pasado,
son quienes comúnmente hacen alusión a la Dictadura de Trujillo (1930-1961), o
a los Doce Años de Balaguer (1966-1978) como momentos de nuestra historia en
los cuales las personas disfrutaban de altos niveles de seguridad y bienestar.
Muy
posiblemente, estos jóvenes adultos, y los propios jóvenes adolescentes de la generación
“E”, definida como una generación con un estilo de vida ligado a la rutina de
la WEB, al Internet, y a las nuevas tendencias que este medio les ofrece, también
conocidos como los hijos del nuevo milenio, son quienes se expresan con mucha
fuerza de convicción sobre la buena seguridad ciudadana que existió en el país bajo
la dictadura de Rafael Trujillo o durante la “dictablanda” de Joaquín Balaguer.
Posiblemente sostienen los puntos de vista de sus ascendientes:
Padres y abuelos, quienes fueron los que vivieron o nacieron en esos trágicos años
de la vida política vernácula caracterizados por los crímenes políticos y el
terrorismo de estado.
Quizás esos ascendientes: Padres y abuelos, fueron
beneficiarios del paternalismo trujillista o balaguerista, porque en aquellos
años fueron muchos los privilegiados beneficiados con donaciones de cajas con
alimentos, viviendas o apartamentos construidos por el Estado, o fueron
beneficiados con una parcela en esos repartos de tierras, públicas o privadas muchas
veces obtenidas por medio del despojo a sus legítimos dueños, que comúnmente hacen todos los gobiernos en áreas
rurales, o en fin, de alguna manera, la dictadura de Trujillo y la dictablanda de
Balaguer les resultaron beneficiosas y agradables a sus progenitores, y ahora
los jóvenes se sienten conectados con ese pasado de oprobio y conculcación de
las libertades públicas y ciudadanas, que es la esencia de ese pasado
dictatorial.
No saben que muchos padres y madres de aquellos años
aún se preguntan: ¿Dónde está mi hijo desaparecido?, e incluso hay quienes
llevan las cicatrices físicas o emocionales de las torturas a que fueron
sometidos, o que guardan los lazos negros de los hijos muertos en las cárceles y
centros de torturas que proliferaron en nuestro país en aquellos oscuros
tiempos de asfixia libertaria.
La historia siempre tiene más de una lectura. Quizás los años vividos en democracia a partir
de 1978 hasta 2018, que son 40 largos años, no han sido suficientes para
construir una sociedad como la idearon muchos de los hombres inspirados en los
ideales liberales clásicos como Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Alfonso
Moreno Martínez, y muchos otros.
Nuestro país ha conocido durante esos 40 años
gobiernos democráticos que más bien actuaron como una suerte de “democradura”
es decir un sistema hibrido o estado intermedio entre democracia y dictadura. Bastaría mencionar una fecha: 24 de abril de
1984, cuando ocurrió la gran protesta popular contra los ajustes recetados a
nuestra economía por el Fondo Monetario internacional (FMI), que Juan Bosch
denominó con el nombre de “Poblada”, y que el gobierno del doctor Salvador Omar
Jorge Blanco reprimió con la fuerza de los fusiles y las balas.
En ese momento el país no parecía que tenía una
democracia sino una democradura. La misma
democradura que obligó a retroceder a la clase media, que aumento el costo de
la vida y la canasta familiar dejando los salarios congelados. Que aumentó los aranceles y prohibió las
importaciones de bienes que el país era incapaz de producir, pero que la población
demandaba, todo ello en contraste con los altos niveles de corrupción
imperantes en la administración pública, en medio del derroche de los bienes
estatales por parte los de funcionarios fantoches que hicieron del oropel una
moda y del poder un estilo de vida.
La proliferación de los crímenes y delitos contra la
propiedad y las personas como robos y asaltos; las frecuentes ejecuciones extrajudiciales;
el desarrollo del narcotráfico y del micro tráfico de drogas; el lavado de
activos; los secuestros; los fraudes bancarios; la substracción de bienes
estatales; la venta de tierras estatales a precios irrisorios; el regalo de
pensiones; la anarquía sindical; la expoliación fiscal; la carencias de agua
potable y energía eléctrica; los subsidios sobre la base del encuadramiento político;
y una larga etcétera, son algunos de los elementos que los jóvenes posmodernos han
experimentado en la “democradura”, y quizá por eso estén ilusionados con el
retorno de la dictablanda o de la dictadura, las cuales solo se evitarían construyendo
una verdadera sociedad democrática.
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