Francisco Berroa Ubiera
Historiador
Nuestro dilecto amigo,
el historiador y profesor Filiberto Cruz Sánchez escribió estas líneas en su
portal de Facebook en fecha 15 de julio del 2019:
“DUARTE MURIÓ EL 16 DE JULIO. Algunos
medios impresos y ciertos periodistas dominicanos, repiten cada año, sin
indagar nada, que el general Juan Pablo Duarte, nuestro único Padre de la
Patria, murió en Caracas, Venezuela, el 15 de julio de 1876, repitiendo de ese
modo un desliz de su devota hermana Rosa Duarte que, al igual que mucha gente
de su tiempo, pensaba que los días iniciaban con la "salida" del Sol.
Hoy sabemos que los días empiezan a las 12:01 A. M. y que el ilustre General
murió EN LA MADRUGADA del 16 de julio de 1876.”[1]
Sobre la muerte de Juan Pablo Duarte se sabe que se produce después
de varios días de agonía hallándose el patricio instalado en una casa propiedad de su tío Mariano Díez, ubicada en la Parroquia de Santa Rosalía, entre las esquinas
de Pájaro y Zamuro, No. 54. en compañía de sus hermanas más queridas: Rosa y
Francisca, y que su deceso se registra en la madrugada del 15 de julio de 1876
siendo las 3:00 de la mañana. Rosa
Duarte hizo constar la hora y el día en su diario. Pero ella no fue la única en dejar constancia
de su fallecimiento.
Su Acta Civil de Defunción de fecha 15 de julio de 1876 es como
sigue:
“Registro
Principal, Caracas. Parroquia de Santa Rosalía. Defunciones 1876, Acta N° 106,
Folio 28.
Miguel Piña, primera autoridad civil del municipio de Santa Rosalía
hago constar: que hoy quince de julio de mil ochocientos setenta y seis se ha
presentado ante mi Vegas Fernández y Compañía, industriales y vecinos de la
Catedral, manifestando que ha fallecido el GENERAL JUAN PABLO DUARTE, hoy a las
tres de la madrugada entre las esquinas de Zamuro y El Pájaro; de las noticias
que he podido adquirir aparece que el finado tenía sesenta años de edad,
soltero, industrial y natural de la República de Santo Domingo e hijo legítimo
de Juan José Duarte y Manuela Díez, difuntos.- El Jefe Civil M. Piña- E. Secto.
Andrés Socarrás”[2]
Además, El Diario de Avisos de
Caracas, en su edición vespertina, de fecha 15 de julio de 1876, publicó la
siguiente noticia:
“Ha
fallecido el Jeneral (Sic.) JUAN PABLO DUARTE, Caudillo de la Independencia
Dominicana; y sus deudos y amigos que suscriben esperan de usted los acompañe a
la inhumación del cadáver mañana a las 9 a.m. en la P. de Santa Rosalía.
Caracas, julio 15 de 1876. Manuel Duarte, Enrique Duarte, José Ayala, Pdo.
Francisco Tejera, Dr. Federico Tejera, A. S. de Vizcarrondo, Francisco Tejera,
Marcos Guzmán, Felipe Tejera, Miguel Tejera, Andrés Tejera. Entre el Zamuro y
el Pájaro.”[3]
Otra
necrología escrita por don Félix María Delmonte fue publicada en el periódico El Observador número 5, Santo Domingo, sábado 29 de julio de 1876, cuyo texto reproduzco a continuación:
“JUAN PABLO DUARTE (NECROLOGIA)”
“El vapor venezolano Caracas nos
trajo la infausta noticia del fallecimiento de ilustre compatriota el general
D. Juan Pablo Duarte y Diez, acaecido en la cuidad de Caracas.”
“Dedicado desde sus más tiernos
años al estudio y la meditación, aquel joven alma libre y entusiasta no pudo
resignarse a vivir tranquilo al ruido de las cadenas de la patria. La idea de
libertarla del yugo de Haití llegó a ser su único pensamiento; y a él lo
sacrificó todo.”
“Infatigable en su propósito
inició un número de amigos que ejercieron con su difícil apostolado: de
levantar el ánimo de un pueblo subyugado y empobrecido durante veintidós años,
y custodiado por las hordas feroces que la tradición de crímenes horrendos hacían
más y más temibles.”
“Brilló por fin la aurora del 27
de Febrero de 1844, cuyo éxito colmó la noble aspiración de aquel patriota
desinteresado, que no soñó jamás con otra gloria que con la de lavar la mancha
de la ocupación y afrenta de su país.”
“Sin embargo: una parte de éste
quiso por gratitud elegirle como su primer magistrado. El hombre de la idea
redentora, era muy capaz de haber dado dirección a la cosa pública. El llevaba
en su mente aquella creación política, encarnación feliz de sus largos ensueños,
y sólo el por aquel entonces hubiera podido imprimir a la Revolución de Febrero
el sello de su magnífica concepción, e impedido sus primeros desvíos y sus
posteriores claudicaciones. El solo conato de aquella elección le valió un
decreto de muerte conmutado en el de su destierro y de su familia: destierro
que para ésta lleva la larga fecha de treinta años; y para él. . . la de toda
la vida, exornado con la miseria, el desdén, la calumnia y la muerte en la
tierra hospitalaria!!!”
Como el general Duarte brilló
semejante a un meteoro, desapareció enseguida, puede decirse que era para esta
generación un personaje casi extraño. Más aun: un ser a quien los odios
políticos y la hiel de la persecución que todo lo envenenan, se propusieron
hacer aparecer cubierto con el ridículo, para cercenar su gloria y empequeñecer
la obra gigantesca de haber realizado sin recursos en 1844 lo que en 1824 fue
de todo punto imposible a una generación en opulencia y que rebasaba en
elementos de toda especie.
“Así pues, la juventud actual no
ha podido tener puntos de contacto con el hombre de abnegación y sacrificio a
quien la patria debe su existencia política y el puesto que ocupa entre los
pueblos libres de América; porque no tuvo la ocasión de apreciar por sí misma
la extensión de su talento y sus relevantes cualidades; y porque sólo ha podido
aprender a juzgarle a favor de los relatos de enconados enemigos y de émulos
envidiosos, empeñados en presentarle como un hombre sin mérito alguno, como una
verdadera momia.”
“Pero a despecho de unos y otros,
el general Duarte crecerá con los tiempos, mejor dicho, se elevará a sus
verdaderas proporciones de héroe tallado a la antigua; y la posteridad, más
justa siempre con los grandes hombres (porque no le importuna su presencia)
concederá a su memoria el tributo de admiración y respeto que con tanto tesón
le negaron sus contemporáneos.”
“Las grandes iniciaciones son
siempre dolorosas; porque por una ley fatal entrañan el sacrificio del
iniciador. Eso aconteció a nuestro ilustre conciudadano, para quien pedimos al
Dios de justicia el eterno reposo de su alma pura y desinteresada.”
Año 1876”
El doctor Federico Tejera certificó
que Duarte murió de Tisis, en Caracas el 16 de julio de 1876, día de su entierro aunque falleció el día anterior.
Don
Manuel de Jesús Galván a la sazón Ministro de Relaciones Exteriores escribió en
la Gaceta Oficial del año 1876 lo siguiente: “...la historia al formar juicio sobre los actos de tan insigne patriota,
no encontrará en toda su existencia, bien que fecunda y trascendental como
pocas, ni una gota de sangre, ni una mancha de lodo. Su memoria tiene derecho absoluto a las
lagrimas y a la veneración de todos los dominicanos.”
Su entierro se produjo al día
siguiente de su muerte, en 16 de julio de 1876 exactamente a los 38 años de
fundar la organización política que liberó la nación de la dominación haitiana.
Sus restos mortales fueron enterrados
en el Cementerio General del Sur, conocido para entonces como Tierra de Jugo.
Este camposanto había sido inaugurado
por el Presidente Guzmán Blanco, seis días antes de su muerte. En la Oficina de
Registros de dicho cementerio se halla su Acta de Inhumación registrada en el
Libro de Actas 1, Folio 2 Vto., N° 23, del año 1876. (Frías Gálvez 1976: 17).
Textualmente, dice así:
“Julio 16. En
esta fecha fue presentada a esta Oficina una papeleta de inhumación autorizada
por el Señor J. B. Ochoa, actuario de la Jefatura Civil del Municipio de Santa
Rosalía, por la cual consta que ayer á las tres de la madrugada falleció el
adulto Juan Pablo Duarte entre las esquinas del Zamuro y el Pájaro, y que según
certificación del Doctor Federico Tejera murió de tisis pulmonar. Firman: El
Administrador. S. Quintero. El Adjunto. Manuel Yrazabal.”[4]
A los pocos días de su sepelio
apareció una necrología de Juan Pablo Duarte escrita por el distinguido prócer
puertorriqueño don Andrés Salvador de Vizcarrondo y Ortiz de Zárate el 17 de
julio, luego publicada en el Diario de Avisos de Caracas el 24 de julio de
1876, sublimizando y elevando a su amigo antillano.
Tras su entierro, se ha dicho que:
“Rosa
y Francisca atendían con amoroso cuidado la tumba de su hermano, al que
consideraban un santo, y juzgaban sus restos "como una reliquia santa
que las protegía, inspirándoles valor y resignación para llevar con dignidad y
heroísmo su penuria y su martirio”': Así permanecieron las cosas hasta que
a los ocho años de su muerte, en el 1883, el Gobierno Dominicano dispuso el
traslado de sus restos a la Patria. Las Duarte se sintieron felices, y vieron
en eso, una intervención de la Providencia que hizo a los "magistrados
dominicanos abrir el libro de los inmortales para escribir en sus páginas la
gloriosa apoteosis de uno de sus más preclaros hijos”.[5]
Cuando
los comisionados del gobierno dominicano presidido por el general Ulises
Heureaux fueron a Venezuela con el fin de repatriar los restos del general Juan
Pablo Duarte, señores: Álvaro Logroño y José Francisco Pellerano, ellos
encaminaron sus pasos a la residencia del general independentista
puertorriqueño don Andrés Salvador Vizcarrondo quien vivía en Caracas en
condición de exiliado político, como Duarte, y ambos se habían convertido en
amigos entrañables.
El general independentista
puertorriqueño Don Andrés Salvador de Vizcarrondo fue el líder militar de la
primera conspiración independentista puertorriqueña, la del Regimiento de
Granada acaecida en San Juan de Puerto Rico de 1838, y quien luego formó parte
de la Revolución de Lares del 23 de septiembre de 1868 para liberar a Puerto
Rico del colonialismo español.
Una
vez le fue informada la misión de los comisionados, tras el papeleo burocrático
necesario para la inhumación, el general Vizcarrondo, con su barba blanca y
caminando con pasos lentos pero firmes, los guió y acompañó hasta el cementerio
de Tierra de Juego, en el paraje Del Valle de Caracas en donde los restos de
Duarte habían sido inhumados, correspondiéndole también contemplar su exhumación, en 1884, de su inolvidable amigo
y compañero de armas en la empresa de la independencia de las Antillas.
Y una vez fueron “Extraídos
los restos del cementerio de Tierra de Jugo, se colocaron en una urna, y en la
iglesia de Santa Rosalía, se celebró un servicio fúnebre en memoria de Duarte.
La comisión dominicana presidió el duelo y al acto religioso asistieron
diversas autoridades venezolanas.”[6]
Sus restos sacrosantos retornaron en
una urna cineraria traídos de La Guaira en la goleta Leonor el 25 de febrero de
1884 por una comisión compuesta por los señores José Francisco Pellerano y
Álvaro Logroño. Al llegar los
restos a Santo Domingo, el Ayuntamiento en pleno se trasladó al muelle del
Ozama, donde los recibió de manos de la comisión que los trajo de Caracas.”
Antes de morir el patricio expresó:
"Dios ha de concederme bastante
fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi patria, libre,
independiente y triunfante".[7] Corresponde a las nuevas generaciones
responder a estas expectativas del padre de la nación dominicana.
Se conoce bien que una vez los restos
del Patricio fueron sepultados en la Capilla de Inmortales en la Catedral
Primada de América. Allí se celebró una Apoteosis donde se le rindieron grandes
honras y honores.[8]
La imagen de Duarte en blanco y negro.
Dos años antes de su
partida definitiva (en 1874) el fotógrafo venezolano Próspero Reyes captó con
su cámara un rostro desgastado por los años y la tisis. Posiblemente esta es la única fotografía del
patricio. Se observa un Duarte, en
blanco y negro, de rostro enjuto; luce triste, melancólico, demacrado, y
apagado; sus orejas son grandes como sus vuelos; su bigote espeso y abundante;
como muestra de orgullo y de amor propio cubrió su calvicie con su propio pelo;
era su cuello delgado y corto, sus hombros caídos, ojos profundos, perdidos,
con párpados desplomados, con su frente amplia, mostrando sus huesos frontales,
sin manchas y sin odios, era un hombre limpio aunque casi cadavérico.
De
Juan Pablo Duarte no se conocen otras fotografías aunque existe una amplísima
iconografía duartiana, destacándose entre ellas la pintura de un Duarte joven
hecha de memoria por Alejandro Bonilla, aprobada por su ex-novia, la señorita
María Antonia Bobadilla (otra novia de Duarte fue Prudencia Lluveres, hermana
del general Félix Mariano Lluveres.
Además
son bien conocidas las pinturas hechas por Luís Sanz (1890), Abelardo Rodríguez
Urdaneta (1926), y Radhamés Mejía (1975)
Bibliografía
mínima y referencias:
Ayala Lafée, Cecilia, Werner Wilbert, Ariany
Calles. Juan Pablo Duarte en la
Venezuela del siglo XIX : historia y leyenda [texto] / – 1a. ed. – Santo
Domingo : Banco Central de la República Dominicana, 2014.
Cruz Sánchez, Filiberto. DUARTE MURIÓ EL 16 DE JULIO. Recuperado de https://www.facebook.com/filiberto.cruzsanchez?epa=SEARCH_BOX.
Patín Veloz, Enrique.
La muerte de Duarte. Revista Proyecciones 19. Junta
Central Electoral. Junio, 1970.
Pedro L. Bergés Vidal Cronología de Duarte. Tena Reyes, Jorge. Duarte en la historiografía dominicana. Recopilación
y notas bio-bibliográficas: Jorge Tena Reyes.
Índices Bibliográfico, Onomástico y de Materia: José Alcántara Almánzar.
SEEBAC.
Taller. 1976.
Tena Reyes, Jorge. Duarte en la historiografía dominicana. Recopilación
y notas bio-bibliográficas: Jorge Tena Reyes.
Índices Bibliográfico, Onomástico y de Materia: José Alcántara Almánzar.
SEEBAC.
Taller. 1976.
[2] Ayala Lafée, Cecilia, Werner Wilbert,
Ariany Calles. Juan Pablo Duarte en la
Venezuela del siglo XIX : historia y leyenda [texto] / – 1a. ed. – Santo
Domingo : Banco Central de la República Dominicana, 2014. P. 112.
[5] Patín Veloz,
Enrique. La muerte de Duarte. Revista Proyecciones 19. Junta Central Electoral. Junio, 1970.
[6] Patin Veloz, Enrique, Ibídem.
[7] En: Espaillat, Ulises Francisco: opus cit., pp. 403-404.
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